EUROPA EN LLAMAS: EL ESTALLIDO DE LA I GUERRA MUNDIAL. EL ATENTADO DE SARAJEVO Y SUS CONSECUENCIAS
11:00 de la mañana del domingo 28 de
junio de 1914. Un elegante coche descapotable[1]
recorre las calles de Sarajevo; capital de Bosnia, en ese momento provincia del
Imperio Austrohúngaro. A bordo de él viajan el heredero del Imperio, el
Archiduque Francisco Fernando (sobrino del Emperador Francisco José I) y su
esposa, la Duquesa Sofía Chotek. Ambos se encuentran de visita oficial para
inaugurar un museo. De pronto, un joven terrorista serbobosnio de 20 años
llamado Gavrilo Princip irrumpe entre el público y dispara su pistola
semiautomática FN 1910 contra el Archiduque y su esposa. Esta muere en el acto,
el Archiduque se desangra y fallece pocos minutos después. Cunde el pánico y el
desconcierto entre la multitud. Apenas una hora antes, varios cómplices de
Princip habían arrojado una bomba contra el coche del Archiduque, aunque rebotó
y estalló en otro vehículo de la comitiva, hiriendo a varios oficiales
austriacos. Princip y los demás terroristas intentan suicidarse y escapar pero
son atrapados por la policía rápidamente. Todo el mundo se pregunta quiénes han
sido los responsables. Las investigaciones policiales señalan al grupo
terrorista ultranacionalista "Mano Negra" como autores. Aciertan de
lleno, esta organización; partidaria de liberar Bosnia del dominio austriaco y
formar junto a Serbia una sola nación eslava, Yugoslavia; llevaba meses
preparando el atentado.
El eco del trágico acontecimiento
recorre todo el mundo en cuestión de horas. Aunque en principio no parece tener
demasiadas consecuencias, todo lo sucedido a partir de aquel fatídico 28 de
junio de 1914 cambiará para siempre la Historia. ¿Cómo pudo este hecho
desencadenar un conflicto bélico de la magnitud de la Primera Guerra Mundial?,
¿se pudo haber evitado, o el juego de complicadas alianzas e intereses
políticos y territoriales cruzados lo hizo inminente? En dos artículos, veremos
los diferentes acontecimientos que llevaron al Viejo Continente a una de las
peores catástrofes de su Historia reciente.
Viena. 2 de julio de 1914. Se
celebran los funerales por Francisco Fernando y su esposa. El anciano Emperador
Francisco José I es consciente de la difícil situación que atraviesa el
Imperio. Una enorme nación multiétnica que abarcaba los territorios de las
actuales Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y
parte de Polonia, Rumanía, Ucrania, Italia y Montenegro. Tras unas décadas de
relativa estabilidad interna y externa, el aumento del poderío de Serbia y sus
pretensiones nacionalistas en Los Balcanes; agravadas por la anexión de Bosnia
en 1908 por parte del propio Imperio Austrohúngaro; habían hecho aumentar las
tensiones entre este y sus vecinos serbios. A pesar de todo, nada hacía suponer
un atentado de la magnitud del ocurrido en Sarajevo. Como hemos señalado
anteriormente, las sospechas recayeron rápidamente sobre Serbia. No obstante,
las autoridades políticas y militares austriacas se encuentran profundamente
divididas. El jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Conrad Von
Hötzendorf y otros altos mandos son partidarios de una respuesta militar
inmediata y sin contemplaciones: "Hay que aplastar a Serbia". Había
que movilizar al ejército lo antes posible y atacar. Incluso algunos políticos
de alto rango apoyan esta opción, a pesar de haber sido anteriormente
partidarios del diálogo.
El ministerio de Asuntos Exteriores y
su máximo responsable, Leopold Von Berchtold, no lo ven tan claro. Este, a
diferencia de los militares, prefiere mantener la prudencia, abrir una
investigación policial más profunda e intentar una salida negociada a la crisis
con Serbia. Sabe que no es fácil, pues cada vez más voces en el ministerio
exigen una respuesta bélica, pero cuenta con el apoyo de uno de los dirigentes
políticos más influyentes del Imperio, el Conde húngaro István Tisza.
En medio de esta enorme crisis
política y diplomática, el Emperador Francisco José se encuentra abrumado por
la situación y toma una decisión clave: a pesar de su oposición a empezar una
guerra, decide consultar a su aliado[2]
y amigo personal, el Emperador alemán Guillermo II, para conocer la posición
germana en esta delicada situación. Austria-Hungría necesita saber si puede
contar con el apoyo alemán en caso de empezar un conflicto con Serbia. Los
alemanes también están llenos de dudas. Aunque en ocasiones anteriores habían
manifestado su deseo de acabar con los serbios para liquidar los problemas
nacionalistas en Los Balcanes, tampoco querían arriesgarse a un conflicto mayor
con Rusia (aliados de Serbia y cuyo papel en esta crisis abordaré más adelante).
¿Cómo reaccionó Serbia al atentado?
Vayamos con el otro gran protagonista de esta crisis: el Reino de Serbia. Tras
unos primeros años convulsos; con un sangriento Golpe de Estado en 1903 que
eliminó al rey Alejandro I; esta joven nación había ido ganando peso político,
territorios y protagonismo en Los Balcanes tras las Guerras Balcánicas de 1912
y 1913 (en las que se enfrentó al Imperio Otomano y a Bulgaria). En 1914, el
país atravesaba una fuerte crisis económica como consecuencia de dichos
conflictos. A esto se sumó el aumento del nacionalismo radical en forma de
nuevas organizaciones terroristas que apostaban por la violencia para unir
Serbia y Bosnia y formar una gran nación eslava. La anteriormente mencionada
anexión de Bosnia contribuyó notablemente a ello. Si bien es cierto que Serbia
había intentado mejorar sus relaciones políticas y económicas con su vecino
austriaco.
Volvamos a julio de 1914. El
asesinato del heredero al trono austrohúngaro es celebrado en las calles de
Belgrado e incluso la prensa local muestra su júbilo en distintos artículos.
Esta situación inquieta al gobierno, encabezado por el Primer Ministro Nikola
Pasic. Este busca ganar tiempo para encontrar una salida honorable y negociada
a la grave crisis desatada con Austria, que comienza a apuntar hacia el
gobierno serbio como cómplice del atentado. Para complicar aún más la
situación, varios miembros del gabinete restan importancia al asesinato e
incluso amenazan con represalias a los austriacos si envían policías para
investigar. En aquellos primeros y difíciles días de julio, Pasic jugó a un
peligroso doble juego. Por una parte, negó tener conocimiento alguno sobre los
terroristas y sus planes (investigaciones históricas posteriores han concluido
que el gobierno serbio tenía información fiable sobre las actividades
terroristas de diversas organizaciones como "Mano Negra", "Joven
Bosnia" o "Narodna Odbrana", y que incluso el jefe de la
inteligencia militar serbia; Dragutin Dimitrijevic; ayudó a conseguir las armas
usadas en el atentado, aunque a día de hoy, no sabemos con certeza hasta qué
punto el gobierno serbio estaba implicado en el magnicidio) pero al mismo
tiempo respondía con evasivas, rechazando las peticiones de colaboración del
gobierno austriaco.
Esta torpe y vacilante política enfureció
a Austria-Hungría, ya de por sí bastante molesta por la falta de colaboración
serbia y no solo eso, sino que incluso países del entorno como Rumanía no
entendían cómo Austria no había castigado ya a Serbia con acciones militares
dada la gravedad de la crisis. La errática e incomprensible política exterior
serbia iba a costar muy caro. Apenas habían pasado unos días desde el atentado
y la posibilidad de una solución pacífica se alejaba cada vez más.
Los acontecimientos se precipitaron a
una velocidad de vértigo. El 6 de julio, el Káiser Guillermo II da un paso más
hacia la guerra. Él y su gobierno garantizan al embajador austriaco en Berlín (el
Conde Laszlo Szogyenyi) y al enviado especial del Ministerio de Asuntos
Exteriores (el Conde Alexander Hoyos) que "Su Majestad apoyará fielmente a
Austria-Hungría como exigen las obligaciones de su alianza y de su vieja
amistad". La duda estaba despejada: Alemania apoyaría sin fisuras a
Austria en las medidas que decidiese adoptar, fueran de la naturaleza que
fueran. Esto significaba algo fundamental, Austria tenía vía libre para llevar
a cabo una represalia militar (en forma de bombardeo de castigo o invasión
terrestre). A pesar de todo, en el gobierno austriaco creían que aún había
tiempo para una salida negociada.
Rusia, aliada de Serbia, entra en
liza. Pese a que inicialmente había optado por mantenerse al margen del
atentado contra el Archiduque, su política exterior era claramente proserbia.
Los rusos consideraban que debían proteger a todos los pueblos eslavos y su
enemistad con Alemania y Austria era evidente. Así pues, Serbia podía contar
con Rusia como aliado firme en esta crisis. Antes de tomar decisión alguna, los
políticos rusos se reunieron entre los días 15 y 23 de julio con sus homólogos
franceses para realizar unas maniobras militares (programadas con anterioridad
al atentado) y evaluar la situación. Recordemos que ambos países eran aliados
desde 1894 y no veían con buenos ojos el apoyo alemán a Austria, ni por
supuesto el notable crecimiento militar alemán. Ambos temían (y en parte con
razón) que el atentado de Sarajevo desencadenara una guerra en Europa. Tanto el
Presidente de la República Raymond Poincaré como el Ministro de Exteriores
Sergei Sazonov salieron satisfechos de la visita, que reforzó la alianza
franco-rusa. Los rusos se anotaron dos tantos muy importantes aquella semana:
fortalecieron su alianza con Francia y a la vez mantuvieron su apoyo a Serbia
sin implicarse demasiado (todavía) en el conflicto diplomático.
Inmediatamente se encendieron todas
las alarmas en Viena y Berlín: ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar Rusia en
su apoyo a Serbia?, ¿debía Austria agotar las vías diplomáticas con Belgrado o
atacar cuanto antes para neutralizar una posible reacción rusa?, ¿iba Alemania
a dar marcha atrás en su apoyo a Austria para evitar arriesgarse a una guerra
con Rusia?. Al mismo tiempo, Serbia quedó a la espera del desarrollo de los acontecimientos,
que por desgracia para este país, pintaban cada vez peor.
Apenas tres semanas después del
atentado de Sarajevo, una cosa estaba clara: la ambigüedad, las dudas y la
firmeza en las decisiones de los distintos países implicados en aquel momento
en la crisis (Alemania, Austria-Hungría, Serbia y Rusia) estaban llevando la
situación a un callejón sin salida. La guerra aún se podía evitar aquel 23 de
julio, sin embargo, el panorama se complicó aún más aquella última semana, como
veremos en el siguiente artículo.
Continuará.
Fuentes:
Rady, Martyn. Los Habsburgo. Barcelona, Taurus, 2020.
Clark, Christopher. Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914.
Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017.
Willmott, H.P. La Primera Guerra Mundial. Barcelona, Inédita Editores, 2004.