Infierno en Zaragoza
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
marcó un antes y un después en la Historia de España. Fue el paso definitivo de
la Edad Moderna a la Edad Contemporánea y abrió un nuevo tiempo en la política,
la sociedad, la cultura, la economía... transformó para siempre nuestro país. Este
conflicto bélico enfrentó por un lado, al I Imperio Francés, y, por otro, al
Reino de España, al Reino de Portugal y al Reino Unido. Todo empezó con la
entrada de las tropas napoleónicas en la Península en Noviembre de 1807 para
invadir Portugal; entonces aliada del Reino Unido; tras la firma del Tratado de
Fontainebleau entre Francia y España. Los acontecimientos se precipitaron
cuando el ejército francés entró en Madrid (tras ocupar Pamplona y Barcelona,
entre otras ciudades) con la intención de desalojar a los últimos miembros de
la monarquía que aún permanecían en España. El 2 de Mayo de 1808, con el
levantamiento de los madrileños contra los franceses; magníficamente retratado
por Goya en sus cuadros; comenzó la Guerra de la Independencia.
Poco después, las fuerzas
francesas iniciaron una campaña para dominar el Valle del Ebro; fundamental
para la conquista de la Península ya desde época romana. Ante la llegada del
enemigo, el brigadier José de Palafox ordenó a los 11000 defensores (soldados
de la guarnición, pero también hombres, mujeres y niños) armarse y
atrincherarse en la ciudad lo antes posible. 15 de Junio: comienza el primer
sitio de Zaragoza. El ejército francés, bien pertrechado, organizado y
disciplinado, era el mejor del mundo en ese momento. El primer ataque frontal
contra las murallas fue duramente rechazado por los defensores maños, con cientos
de muertos y heridos en ambos bandos. Entre los combatientes, destacaron la
famosa Agustina de Aragón o el "Tío Jorge". Tras los primeros
combates, la artillería francesa machacó la ciudad con miles de proyectiles que
la redujeron a escombros. A comienzos de Julio, Palafox consiguió hábilmente
que entraran refuerzos y suministros. El mariscal Moncey; uno de los mejores
comandantes de las fuerzas napoleónicas y uno de los pocos que estuvo en la
Guerra de la Convención (1793-1795), la de Independencia y en la campaña de los
Cien Mil Hijos de San Luis (1823); ordenó un nuevo ataque en Agosto. Fracasó
estrepitosamente. La defensa de Zaragoza fue extraordinaria, a pesar de las
enormes pérdidas sufridas. Uno de los principales baluartes defensivos, la
Puerta del Portillo, resistió un ataque tras otro. Tras un último y duro
bombardeo, los generales Verdier y Lefebvre-Desnouettes decidieron retirarse y
levantar el asedio tras haber sufrido más de 3500 bajas (la cuarta parte de sus
tropas). Además, habían recibido noticias de la llegada de refuerzos españoles.
Era el día 13 de Agosto, la capital aragonesa, de momento, se había salvado.
Para los franceses, su fracaso
inicial ante Zaragoza dejó claro que la campaña española iba a ser de todo
menos fácil. Ante esta complicada situación, Napoleón decidió dirigir en
persona sus tropas. A comienzos de Noviembre, entró en la Península atravesando
los Pirineos con un impresionante ejército de 130000 hombres. Entre ellos, tropas
de élite de la Guardia Imperial o la extraordinaria caballería polaca. La
"Grande Armeé" aplastó a las fuerzas españolas en Tudela :el camino
hacia el NE peninsular estaba despejado. Mientras Napoleón avanzaba hacia
Madrid, Moncey y su contingente se dirigieron hacia Zaragoza. Alcanzaron la
ciudad el día 20 de Diciembre. Acababa de comenzar el segundo sitio.
Ambos bandos se reforzaron: por
parte francesa, el general Mortier llegó con una importante fuerza de
zapadores. En total, unos 40000 soldados, 3000 zapadores y 145 cañones de
diversos calibres. Estaban decididos a tomar Zaragoza a cualquier precio.
Palafox tampoco perdió el tiempo, logró reunir en la ciudad 44000 hombres
gracias a los refuerzos de unidades dispersas del ejército español procedentes
de otros frentes. Además reforzó notablemente las defensas con cien cañones,
ordenó construir barricadas en las calles, y aspilleras (aberturas) en los muros
y paredes para poder disparar. Todo estaba listo para la gran batalla que se
avecinaba. El 21 de Diciembre de 1808 los franceses lanzaron un potente ataque.
Tomaron el monte Torrero, esencial para cortar cualquier ruta de abastecimiento
hacia la ciudad. Sin embargo, el Arrabal resistió tras varios días de lucha, de
nuevo con centenares de muertos y heridos. Ante las graves pérdidas sufridas,
Moncey fue relevado del mando y sustituido por el general Junot. Éste decidió
estrechar el cerco, construir trincheras y adelantar la artillería pesada lo
más cerca posible de los principales focos defensivos.
A comienzos de Enero de 1809, el
bombardeo se intensificó aún más. A pesar de todo, los zaragozanos no se
rendían. Otro de los puntos estratégicos de la ciudad, el convento de Santa
Engracia, fue escenario de durísimos combates. Los franceses colocaron minas y
volaron parte del edificio. Después, lo tomaron al asalto, no sin sufrir
gravísimas pérdidas. En el interior de Zaragoza, la situación era cada vez más
desesperada: miles de heridos agonizaban, las epidemias diezmaban a los
defensores y cada día quedaba menos comida y agua. El día 22, el mariscal
Lannes asumió el mando. Su descripción del asedio es sencillamente
estremecedora:
"...estos desgraciados se defienden con un ardor del que nadie
puede hacerse idea. Es una guerra que da horror. Tres cuartas partes de la
ciudad están en llamas y aplastadas por las bombas, pero nada de eso intimida a
nuestros enemigos" [1]
En este segundo sitio también
hubo defensores de renombre como la condesa de Bureta o Pedro Villacampa. A
finales de mes, las tropas francesas iniciaron el último asalto: la zona sur de
la ciudad es el objetivo. Ahora la lucha se recrudece: calle a calle y casa por
casa, los soldados imperiales y los españoles pelearon ferozmente. Un
terrorífico cuerpo a cuerpo que parece sacado de las batallas de Verdún o
Stalingrado que del s.XIX. Casi todas
las defensas habían caído en manos francesas tres semanas después. Palafox;
enfermo de tifus; decide finalmente negociar con los franceses el día 19 de
Febrero. Los últimos defensores se rinden al día siguiente. Lannes, en un
admirable gesto, decide perdonarles la vida y ordena a sus tropas que les brinden
honores. El balance final es realmente trágico. Durante los dos asedios, los
franceses perdieron casi 12000 hombres y los españoles tuvieron la aterradora
cifra de 50000 muertos.
Los sitios quedaron reflejados
para la posteridad en la obra maestra de Benito Pérez Galdós, "Los
Episodios Nacionales" y el nombre de la ciudad está inscrito en el Arco
del Triunfo de París dentro de la sección de las victorias napoleónicas. La
heroica resistencia de Zaragoza ha pasado a la historia militar, pero también
ha quedado en el imaginario colectivo de toda una nación como símbolo de resistencia,
valor y coraje frente al invasor y de lucha por la libertad. Zaragoza y sus
defensores serán siempre inmortales.
[1] Canales
Torres, Carlos. "Breve Historia de la Guerra de la Independencia",
Madrid, Nowtilus, 2006.
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