EL MURO DE BERLÍN: ORIGEN
La cuestión de qué hacer con Alemania no había sido del todo resuelta
por los antiguos Aliados tras la Segunda Guerra Mundial. No se pudo firmar
ningún tratado firme. A pesar de esto, en las conferencias de Yalta y Potsdam se
alcanzaron algunos importantes acuerdos: división y ocupación de Alemania en
cuatro zonas, pago de las indemnizaciones, y la creación de una Comisión de
Control Interaliada para iniciar un proceso de "desnazificación", que
incluyó los Juicios de Núremberg. Además, norteamericanos y soviéticos
demarcaron sus respectivas franjas de ocupación. Hasta 1947 todo parecía
marchar de forma relativamente tranquila. Alemania había sido incorporada al
Plan Marshall, ya que EEUU consideraba clave levantar su economía para asegurar
la estabilidad europea. La zona Oeste se benefició de las ayudas. Sin embargo,
los soviéticos se negaron a aceptar el plan por considerarlo un "trampolín
para atacar la Unión Soviética", una forma de agresión capitalista e
imperialista de EEUU contra la URSS. Aquí empezaron los problemas de la
cuestión alemana. La zona E del país todavía seguía devastada mientras que el O
poco a poco mejoraba. Stalin estaba más preocupado por dominar Alemania
Oriental y reforzar su poder que por la mejoría económica que tanto necesitaba
la población germana. Tras el intento estadounidense de introducir una reforma
monetaria para agilizar la economía, Stalin decidió bloquear Berlín[1]
(también dividida en dos zonas, la norteamericana y la soviética): durante un
año, trató de impedir que llegara cualquier tipo de ayuda a los berlineses. Fracasó.
La población pudo recibir suministros diariamente gracias a un colosal puente
aéreo norteamericano. En el aeropuerto de Tempelhof aterrizaban hasta 900
aviones al día, uno cada tres minutos.
Tras meses de tensión, en 1949, se crean en Alemania dos
estados. En el O, la República Federal de Alemania (democracia capitalista, con
capital en Bonn), y en el E la República Democrática Alemana (dictadura
comunista, con capital en Berlín Oriental). No había vuelta atrás. La división
alemana era ya un hecho. A pesar de esto, tanto estadounidenses como soviéticos
consideraron propuestas de unificación durante los siguientes años. Sin
embargo, la mutua desconfianza en una Alemania fuerte que pudiera volver a ser
una amenaza (ya fuera en la esfera de EEUU o comunista) alejó cualquier
posibilidad de unión. Esto, sumado a la incorporación de la RFA a la OTAN en
1955 todavía aumentó más si cabe los recelos rusos. A comienzos de los años 50,
mientras la economía de Alemania Occidental se recuperaba lenta pero
constantemente a un espectacular ritmo de un 5% anual, la situación en Alemania
Oriental empeoraba. Su aislamiento internacional era también preocupante. Ante
las protestas ciudadanas en la RDA, la represión aumentó y las fronteras se
reforzaron; Esta medida no tuvo éxito: miles de ciudadanos huían hacia la zona
occidental, en su mayoría trabajadores cualificados, lo que perjudicaba aún más
la economía. La política socialista de nacionalización de las industrias del
país y los planes quinquenales estatales fracasaron estrepitosamente.
Al mismo tiempo que el Canciller alemán Konrad Adenauer[2]
buscaba la unificación del país, las autoridades de Alemania Oriental pidieron
ayuda desesperada al nuevo líder soviético, Nikita Kruschev[3].
El cruce de alemanes del E al O fue constante durante esos años: más de dos
millones de personas entre 1949 y 1961. Conscientes de esta situación, Kruschev
y Walter Ulbricht[4] decidieron
cerrar definitivamente el flujo. Para ello tomaron dos medidas: primero
reforzaron los lazos entre ambos países firmando un tratado de paz (dado que
todavía existía el estado de guerra) y reconociendo la soberanía completa de dicho
estado. Esto suponía una seria advertencia a Occidente: atacar a la RDA era
atacar a la URSS, con todas las consecuencias. En segundo lugar, se comenzó a
construir una barrera física para impedir la fuga de berlineses del E al O: el
tristemente célebre Muro de Berlín. El 13 de agosto de 1961 y ante la mirada
incrédula de los habitantes de la ciudad, soldados de la RDA comenzaron a
levantar un impenetrable muro de hormigón de tres metros de altura, acero y
alambre de espino de 155 km de longitud. Torres de vigilancia, perros policías
y campos de minas protegían la construcción día y noche.
Uno de los hitos más
importantes de este símbolo de la Guerra Fría tuvo lugar en junio de 1963,
cuando el entonces presidente de EEUU John Fitzgerald Kennedy visitó Berlín
Occidental y dio un discurso que ha pasado a la Historia: “Ich bin ein
Berliner” (“yo soy berlinés”). Fue toda una oda a la libertad, denunciando el
totalitarismo soviético. Kruschev; que en 1958 ya había lanzado un ultimátum a
Occidente amenazando con ocupar Berlín O; creyó que el muro serviría como
método disuasorio contra las potencias occidentales, a fin de evitar una
confrontación a mayor escala. Por su parte, aunque Kennedy se comprometió a
defender a la RFA en caso de ataque, tampoco creyó conveniente un
enfrentamiento directo con los soviéticos. Esta actitud decepcionó a sus
aliados de la RFA. El muro era espantoso, pero un mal menor en comparación con
una guerra. Sin embargo, a finales de
1961 se produjo un momento de especial tensión que a punto estuvo de llevar al
mundo a una Tercera Guerra Mundial: un tanque norteamericano y otro soviético
estuvieron apuntándose frente a frente en el famoso Checkpoint Charlie[5] durante 24 angustiosas
horas. Finalmente, ninguno de los dos bandos decidió abrir fuego. Aunque la
tensión continuaría durante años.
Familias divididas, vigilancia constante, torturas y
detenciones.... Barrios enteros quedaron completamente partidos en dos, la circulación
entre el lado occidental y el oriental quedó estrictamente prohibida. Desde el
momento en el que las autoridades de la RDA colocaron los primeros bloques cientos
de personas intentaron escapar por todos los medios posibles: escondidos en el
motor de un coche, a través de un túnel e incluso... ¡en un globo aerostático!
Algunas lo consiguieron, desgraciadamente otros tantos no tuvieron la misma
suerte, fue el caso del joven alemán Werner Probst, que fue tiroteado cuando
intentaba cruzar a nado el río Spree y el famoso Peter Fechter, que también
murió abatido por las balas de la policía de Alemania Oriental mientras trataba
de atravesar el muro. Los guardias tenían órdenes expresas de disparar a cualquier
persona que intentara pasar al lado Oeste. En palabras del socialdemócrata Willy Brandt[6],
el Muro era "una injusticia espeluznante". En efecto, la pesadilla
para miles de berlineses y una de las etapas más negras de la Historia reciente
no había hecho más que empezar.
Fuentes:
LEWIS GADDIS, John Lewis, La Guerra Fría. Barcelona, RBA Libros,
2008
ARNE WESTAD, Odd, La Guerra Fría. Una historia mundial.
Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2018
[1]
Esta acción ha pasado a la Historia como el "Bloqueo de Berlín", una
de las primeras crisis de la Guerra Fría (1948).
[2]
Político conservador. Fue jefe de gobierno de la República Federal Alemana
entre 1949 y 1963.
[3]
Secretario General del Partido Comunista de la URSS (1953-1964) y Presidente
del Consejo de Ministros de la URSS (1958-1964).
[4]
Secretario General del Partido Socialista Unificado de Alemania (1950-1971) y Jefe
de Estado de la RDA (1960-1973).
[5]
Paso fronterizo en el centro de Berlín, hoy en día es un lugar turístico muy
visitado.
[6] Alcalde
de Berlín Oeste (1957-1966) y Canciller de la República Federal Alemana
(1969-1974).
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