sábado, 9 de noviembre de 2019


EL MURO DE BERLÍN: ORIGEN

La cuestión de qué hacer con Alemania no había sido del todo resuelta por los antiguos Aliados tras la Segunda Guerra Mundial. No se pudo firmar ningún tratado firme. A pesar de esto, en las conferencias de Yalta y Potsdam se alcanzaron algunos importantes acuerdos: división y ocupación de Alemania en cuatro zonas, pago de las indemnizaciones, y la creación de una Comisión de Control Interaliada para iniciar un proceso de "desnazificación", que incluyó los Juicios de Núremberg. Además, norteamericanos y soviéticos demarcaron sus respectivas franjas de ocupación. Hasta 1947 todo parecía marchar de forma relativamente tranquila. Alemania había sido incorporada al Plan Marshall, ya que EEUU consideraba clave levantar su economía para asegurar la estabilidad europea. La zona Oeste se benefició de las ayudas. Sin embargo, los soviéticos se negaron a aceptar el plan por considerarlo un "trampolín para atacar la Unión Soviética", una forma de agresión capitalista e imperialista de EEUU contra la URSS. Aquí empezaron los problemas de la cuestión alemana. La zona E del país todavía seguía devastada mientras que el O poco a poco mejoraba. Stalin estaba más preocupado por dominar Alemania Oriental y reforzar su poder que por la mejoría económica que tanto necesitaba la población germana. Tras el intento estadounidense de introducir una reforma monetaria para agilizar la economía, Stalin decidió bloquear Berlín[1] (también dividida en dos zonas, la norteamericana y la soviética): durante un año, trató de impedir que llegara cualquier tipo de ayuda a los berlineses. Fracasó. La población pudo recibir suministros diariamente gracias a un colosal puente aéreo norteamericano. En el aeropuerto de Tempelhof aterrizaban hasta 900 aviones al día, uno cada tres minutos.   

Tras meses de tensión, en 1949, se crean en Alemania dos estados. En el O, la República Federal de Alemania (democracia capitalista, con capital en Bonn), y en el E la República Democrática Alemana (dictadura comunista, con capital en Berlín Oriental). No había vuelta atrás. La división alemana era ya un hecho. A pesar de esto, tanto estadounidenses como soviéticos consideraron propuestas de unificación durante los siguientes años. Sin embargo, la mutua desconfianza en una Alemania fuerte que pudiera volver a ser una amenaza (ya fuera en la esfera de EEUU o comunista) alejó cualquier posibilidad de unión. Esto, sumado a la incorporación de la RFA a la OTAN en 1955 todavía aumentó más si cabe los recelos rusos. A comienzos de los años 50, mientras la economía de Alemania Occidental se recuperaba lenta pero constantemente a un espectacular ritmo de un 5% anual, la situación en Alemania Oriental empeoraba. Su aislamiento internacional era también preocupante. Ante las protestas ciudadanas en la RDA, la represión aumentó y las fronteras se reforzaron; Esta medida no tuvo éxito: miles de ciudadanos huían hacia la zona occidental, en su mayoría trabajadores cualificados, lo que perjudicaba aún más la economía. La política socialista de nacionalización de las industrias del país y los planes quinquenales estatales fracasaron estrepitosamente.

Al mismo tiempo que el Canciller alemán Konrad Adenauer[2] buscaba la unificación del país, las autoridades de Alemania Oriental pidieron ayuda desesperada al nuevo líder soviético, Nikita Kruschev[3]. El cruce de alemanes del E al O fue constante durante esos años: más de dos millones de personas entre 1949 y 1961. Conscientes de esta situación, Kruschev y Walter Ulbricht[4] decidieron cerrar definitivamente el flujo. Para ello tomaron dos medidas: primero reforzaron los lazos entre ambos países firmando un tratado de paz (dado que todavía existía el estado de guerra) y reconociendo la soberanía completa de dicho estado. Esto suponía una seria advertencia a Occidente: atacar a la RDA era atacar a la URSS, con todas las consecuencias. En segundo lugar, se comenzó a construir una barrera física para impedir la fuga de berlineses del E al O: el tristemente célebre Muro de Berlín. El 13 de agosto de 1961 y ante la mirada incrédula de los habitantes de la ciudad, soldados de la RDA comenzaron a levantar un impenetrable muro de hormigón de tres metros de altura, acero y alambre de espino de 155 km de longitud. Torres de vigilancia, perros policías y campos de minas protegían la construcción día y noche.

Uno de los hitos más importantes de este símbolo de la Guerra Fría tuvo lugar en junio de 1963, cuando el entonces presidente de EEUU John Fitzgerald Kennedy visitó Berlín Occidental y dio un discurso que ha pasado a la Historia: “Ich bin ein Berliner” (“yo soy berlinés”). Fue toda una oda a la libertad, denunciando el totalitarismo soviético. Kruschev; que en 1958 ya había lanzado un ultimátum a Occidente amenazando con ocupar Berlín O; creyó que el muro serviría como método disuasorio contra las potencias occidentales, a fin de evitar una confrontación a mayor escala. Por su parte, aunque Kennedy se comprometió a defender a la RFA en caso de ataque, tampoco creyó conveniente un enfrentamiento directo con los soviéticos. Esta actitud decepcionó a sus aliados de la RFA. El muro era espantoso, pero un mal menor en comparación con una guerra.  Sin embargo, a finales de 1961 se produjo un momento de especial tensión que a punto estuvo de llevar al mundo a una Tercera Guerra Mundial: un tanque norteamericano y otro soviético estuvieron apuntándose frente a frente en el famoso Checkpoint Charlie[5] durante 24 angustiosas horas. Finalmente, ninguno de los dos bandos decidió abrir fuego. Aunque la tensión continuaría durante años.   

Familias divididas, vigilancia constante, torturas y detenciones.... Barrios enteros quedaron completamente partidos en dos, la circulación entre el lado occidental y el oriental quedó estrictamente prohibida. Desde el momento en el que las autoridades de la RDA colocaron los primeros bloques cientos de personas intentaron escapar por todos los medios posibles: escondidos en el motor de un coche, a través de un túnel e incluso... ¡en un globo aerostático! Algunas lo consiguieron, desgraciadamente otros tantos no tuvieron la misma suerte, fue el caso del joven alemán Werner Probst, que fue tiroteado cuando intentaba cruzar a nado el río Spree y el famoso Peter Fechter, que también murió abatido por las balas de la policía de Alemania Oriental mientras trataba de atravesar el muro. Los guardias tenían órdenes expresas de disparar a cualquier persona que intentara pasar al lado Oeste. En palabras del socialdemócrata Willy Brandt[6], el Muro era "una injusticia espeluznante". En efecto, la pesadilla para miles de berlineses y una de las etapas más negras de la Historia reciente no había hecho más que empezar.

Fuentes:

LEWIS GADDIS, John Lewis, La Guerra Fría. Barcelona, RBA Libros, 2008

ARNE WESTAD, Odd, La Guerra Fría. Una historia mundial. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2018






 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Esta acción ha pasado a la Historia como el "Bloqueo de Berlín", una de las primeras crisis de la Guerra Fría (1948).  
[2] Político conservador. Fue jefe de gobierno de la República Federal Alemana entre 1949 y 1963.
[3] Secretario General del Partido Comunista de la URSS (1953-1964) y Presidente del Consejo de Ministros de la URSS (1958-1964).
[4] Secretario General del Partido Socialista Unificado de Alemania (1950-1971) y Jefe de Estado de la RDA (1960-1973).
[5] Paso fronterizo en el centro de Berlín, hoy en día es un lugar turístico muy visitado.
[6] Alcalde de Berlín Oeste (1957-1966) y Canciller de la República Federal Alemana (1969-1974).