jueves, 23 de abril de 2020


LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN
Inicios de los años 70. Todo sigue igual tras el Telón de Acero[1]: la RFA y la RDA son dos mundos completamente distintos. Mientras en Berlín Occidental el nivel de vida es alto y hay bienestar, en el lado oriental, sus habitantes aún no alcanzan las cifras de sus vecinos occidentales, pero se empieza a notar una leve mejoría económica (acorde con la evolución positiva de la economía en época del mandato del líder soviético Leónidas Brézhnev[2]). En la República Federal, hay libertad y un firme sistema democrático. La RDA continúa siendo un régimen autoritario donde las decisiones las toma un solo partido: el Partido Socialista Unificado de Alemania, dirigido a su vez por el Politburó[3] en Moscú. El Muro (que continuaba siendo prácticamente impenetrable[4]) se reforzó con planchas de acero y la represión política a los opositores continuó siendo firme. La tristemente famosa y temida policía secreta, la Stasi, realizaba continuas redadas, detenciones, espionaje, torturas y censuraba duramente cualquier opinión contraria al régimen o del exterior. Un estado autoritario y policial en toda regla. Cualquier persona podía ser informador a sueldo de la policía: un amigo, un vecino o incluso un familiar. Los ciudadanos de la RDA nunca sabían cuando podían ser detenidos, en ningún momento estaban seguros.  
En el plano diplomático, ya desde finales de los 60 se percibieron ciertos cambios en las relaciones entre bloques. Surgió un nuevo clima de relativa confianza entre las superpotencias norteamericana y soviética (calificada como distensión o "détente"), que permitió a su vez la estabilización de la Guerra Fría y el acercamiento gradual a otras importantes potencias como China o India (principalmente por parte de EEUU). Se puso sobre la mesa un objetivo clave: buscar acuerdos que redujeran los armamentos y la posibilidad de una guerra nuclear. Esta nueva situación geopolítica no pasó desapercibida en la Alemania dividida. El canciller federal, el socialdemócrata Willy Brandt, promovió la llamada "Ostpolitik". Esta estrategia permitió que empezaran poco a poco a restablecerse las relaciones diplomáticas entre las dos alemanias. Otro gran logro de este canciller fueron los acuerdos de cooperación económica alcanzados con el bloque soviético. Tras más de dos décadas de desencuentros, parecía que la RFA y la RDA podían llevarse bien. Incluso los dirigentes comunistas de la RDA[5] vieron con buenos ojos este giro total, firmando un acuerdo de gran importancia: el Acuerdo Básico. Por primera vez ambos países intercambiaban información sobre tecnología, ciencia, bienes de consumo y al mismo tiempo se comprometían a respetarse jurídicamente el uno al otro. Corría 1972, y todo parecía marchar de forma tranquila y cordial entre las dos alemanias. Tanto Washington como Moscú relanzaron a su vez sus esfuerzos para que esta nueva situación continuase. Curiosamente, fueron algunos países europeos como Francia o el Reino Unido los que más desconfiaron de esta política, argumentando (en parte con razón, pues en los años 70, más de 11000 opositores fueron detenidos y se incrementó el terrorismo en la RFA[6]) que no había nada que hablar con un régimen autoritario como la RDA.     
Desgraciadamente, a finales de la década de los 70, la Guerra Fría volvió a poner al mundo al borde del desastre. La "détente" finalizó bruscamente debido a varios acontecimientos, principalmente la prolongación de la crisis económica derivada de la Crisis del Petróleo (1973), el nuevo impulso de las políticas conservadoras en EEUU (rechazando los acuerdos alcanzados con la URSS), el despliegue de nuevos misiles nucleares soviéticos y sus intervenciones militares en países como Angola o Afganistán. Mientras tanto, en la RFA, los distintos sucesores de Brandt siguieron apostando por mantener las buenas relaciones, mientras el crecimiento económico continuaba, aunque atenuado por la crisis económica. Al otro lado del Muro, Erich Honecker es designado nuevo Presidente de la República Democrática Alemana en 1976. Este firme dirigente comunista va a ser uno de los protagonistas en la sucesión de acontecimientos que condujeron a la Caída del Muro en 1989. Conforme avanzaban los años 80, las relaciones entre la RFA y la RDA se estancaron de nuevo. Mientras la primera se integraba plenamente en la Comunidad Europea (germen de la futura Unión Europea), la RDA estaba cada vez más aislada de Europa y del resto del mundo.
En medio de una de las décadas más turbulentas de la Historia reciente, no se veía un horizonte esperanzador para Alemania por ninguna parte. Parecía que el Muro no iba a caer nunca. Las autoridades reforzaron su construcción ante los cada vez mayores intentos de fuga de personas desde la RDA hacia la RFA. Las dificultades económicas se agravaban para Alemania Oriental: una deuda cada vez mayor, baja productividad industrial, bajos sueldos, alta inflación y escasez de productos básicos (en muchos hogares, comer carne o tener un teléfono se convirtió casi en un lujo). Por si fuera poco, la URSS también atravesaba una fuerte depresión económica, lo que menguaba las ayudas de las que tanto dependía el régimen de Honecker. Además, la muerte de Brézhnev le privó de uno de sus apoyos más importantes.
La década de los 80 fue paradójica: las enormes tensiones entre los bloques occidental y soviético provocaron que el mundo quedara al borde de un conflicto nuclear y al mismo tiempo se produjeron varios acontecimientos que precipitaron el final de la Guerra Fría. Es aquí donde el Muro de Berlín cobró un protagonismo decisivo. La situación en Berlín (y en la RDA) seguía prácticamente igual: dura represión de las protestas (cada vez más intensas), cero reformas y una situación económica cada vez peor. Sin embargo, la llegada de un nuevo líder a la URSS pareció dar ciertas esperanzas a una posible reunificación. Mijaíl Gorbachov[7] decidió que había que dar un nuevo rumbo e intentar reformar la Unión Soviética mediante dos ejes fundamentales: Glásnost (apertura) y Perestroika (reestructuración). No solo había que reformar la economía soviética[8], hundida por completo, sino también permitir una mayor libertad de expresión en la propia URSS[9], y abrirla al exterior, abandonando definitivamente el objetivo primordial de dicha nación desde hacía décadas, la victoria del Comunismo en todo el mundo. A pesar de todo, esta nueva política se encontró con la oposición de parte del Politburó, que creyó que las reformas de Gorbachov destruían la esencia del Comunismo soviético (y en parte, así sucedió).
Desgraciadamente para los habitantes de Alemania Oriental, estos importantes cambios políticos y económicos no se tradujeron en reformas positivas para su país. Honecker mostraba una doble cara: aparentemente apoyaba a Gorbachov y sus medidas, pero en realidad se mostró muy intransigente, no tomaría ninguna iniciativa que le hiciera perder el poder. Los ciudadanos germanoorientales; plenamente conscientes de la nueva situación en Europa; se echaban a la calle cada vez más para reclamar libertades y derechos, ¿cuál fue la respuesta del régimen?, más represión. En 1987, la presión hacia la RDA para que abriera el Muro no solo llegaba desde EEUU y el bloque Occidental (con el presidente de EEUU Ronald Reagan y el canciller alemán Helmut Kohl a la cabeza), sino también desde la misma URSS. A la altura de 1989, la paciencia de Gorbachov con Honecker se estaba agotando. Cada día que pasaba, eran más personas las que veían el Muro de Berlín como una barrera ideológica sin ningún sentido, como un auténtico infierno de hormigón y acero. Durante el verano de ese mismo año, cientos de miles de personas escaparon de la RDA hacia Alemania Occidental por la frontera húngara. Honecker estaba desesperado por conservar el poder a toda costa, incluso sopesó la posibilidad de desplegar al ejército para aplastar las protestas[10]. Por fortuna, finalmente se echó atrás ante la negativa de la policía y el ejército.
El 9 de octubre de 1989, un mes antes de la caída del Muro, Gorbachov visitó Berlín Oriental para las celebraciones conmemorativas del 40º Aniversario de la RDA. El clima era especialmente tenso, Gorbachov dejó bien claro a Honecker (quien dimitiría pocos días después por problemas de salud y tras ser destituido por su propio partido) que ya no le apoyaba. La RDA y el Muro de Berlín seguían en pie, pero tenían los días contados. El día 9 de noviembre, todo se aceleró de repente cuando el portavoz del Gobierno germanooriental; Günter Schabowski; afirmó en rueda de prensa que se podía cruzar a Berlín Occidental con un nuevo permiso especial, sin restricciones[11]. Este histórico y sorprendente momento quedó captado por las cámaras de Tv de todo el planeta.
Esa misma tarde, decenas de miles de personas se agolparon ante los puestos fronterizos del Muro para poder salir, ante unos atónitos guardias que no sabían cómo reaccionar. Finalmente, cedieron y casi a medianoche, abrieron las barreras del Muro. Miles de habitantes de Berlín Oriental cruzaron al lado Occidental, muchos no salían de su asombro ante todo lo que veían: coches y electrodomésticos nuevos y modernos, tiendas con todo tipo de productos, viviendas amplias y equipadas, ¡hasta los cigarrillos y el chocolate eran de mejor calidad que en la RDA! Las avenidas y calles de Berlín se convirtieron en una fiesta durante los siguientes días. Además, se produjeron emocionantes escenas entre familiares que se reencontraban después de casi tres décadas separados. En pocos meses, la RDA se disolvió, el Muro fue derribado y Alemania se reunificó tras 45 años dividida. La Caída del Muro supuso el principio del fin de la Guerra Fría, un punto de inflexión clave. El Muro de la Vergüenza por fin había caído, la libertad triunfó frente a la tiranía. Los alemanes (en esta ocasión para bien) cambiaron la Historia de la Humanidad para siempre.
Enlaces:
Fuentes:
ARNE WESTAD, Odd, La Guerra Fría. Una historia mundial. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2018
https://www.elmundo.es/internacional/2019/11/07/5dc0284021efa0740a8b45b9.html
MCMAHON, Robert J., La Guerra Fría. Una breve introducción. Madrid. Alianza Editorial, 2009









[1] Expresión empleada por el Primer Ministro Británico Winston Churchill en un discurso en 1946. Definió así el nuevo orden mundial surgido de la Segunda Guerra Mundial.
[2] Líder soviético y Secretario General del Partido Comunista de la URSS entre 1966 y 1982.
[3] Máximo órgano de poder de la URSS.
[4] Aunque hubo algunas fugas de película, como la protagonizada por un soldado que embistió el muro con un tanque, logrando atravesarlo y escapar al lado Occidental.
[5] En buena parte fueron obligados a seguir la nueva línea marcada por Moscú, ya que inicialmente, Walter Ulbricht se negó a cualquier tipo de acercamiento de la RDA a la RFA.
[6] Patrocinado y dirigido secretamente por el régimen comunista, la organización terrorista "Fracción del Ejército Rojo" (Baader-Meinhof) llevó a cabo numerosos atentados contra dirigentes, policías y militares de la RFA.
[7] Líder soviético y Secretario General del Partido Comunista de la URSS entre 1985 y 1991.
[8] Por ejemplo, permitiendo a las empresas mayor libertad de producción o fomentando la propiedad privada.
[9] Además, se empezaron a permitir las críticas al gobierno soviético, algo completamente prohibido desde 1917.   
[10] Esto es exactamente lo que el régimen comunista chino hizo en junio de 1989, aplastar las protestas de la Plaza de Tiananmen a sangre y fuego. Se calcula que murieron unas 10000 personas.   
[11] Estas medidas de apertura fueron idea del nuevo canciller, Egon Krenz, mucho más tolerante que su predecesor.