miércoles, 5 de agosto de 2020

JUAN CARLOS I: PARTE ESENCIAL DE LA HISTORIA DE ESPAÑA

Recientemente, estamos asistiendo a determinados acontecimientos que afectan directamente a la Monarquía española y en concreto a la figura del rey Emérito Juan Carlos I. Se ha sabido que la Fiscalía está investigándole por posibles delitos fiscales. Ante esta situación (y para evitar dañar a la Corona y a su hijo y rey Felipe VI), Juan Carlos ha decidido marcharse al extranjero. No se veía algo similar desde que la mañana del 14 de abril de 1931, el rey Alfonso XIII abandonara España camino del exilio ante la proclamación de la Segunda República. Esta difícil situación está siendo aprovechada por algunos dirigentes y partidos políticos para atacar y desprestigiar a la institución monárquica, en ocasiones empleando argumentos falsos o que directamente apenas se sostienen. Como es de esperar, de nuevo se emplea la Historia de España de un modo fraudulento, politizándola de la peor manera posible en busca de beneficio personal y político. Entre otras falsedades, se ha llegado a decir que tanto Juan Carlos I como la Monarquía son ilegítimos al haber sido designados por Franco. En este escrito, analizaré y trataré de desmontar esta mentira, apoyándome en la Historia. Primero, relataré cómo Juan Carlos llegó al trono, y después su papel clave en la Transición a la Democracia y en la Historia de nuestro país.  

Retrocedamos en el tiempo, hasta 1947. El 9 de junio de ese año se aprueba la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. Francisco Franco comienza ya a pensar en su sucesión, aunque apenas lleve ocho años en el poder. Para el dictador gallego, su sucesión al frente del país sería única y exclusivamente decisión suya. Solo él tiene potestad para elegir a su sucesor, que será rey. Por otra parte, el Conde de Barcelona (Don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII y padre de Juan Carlos I) criticó duramente a Franco y reclamó el trono español, ofreciéndose como la única solución viable para reconciliar a los españoles tras la sangrienta Guerra Civil (1936-1939). Estas críticas no hicieron sino convencer más a Franco de que debía reforzar su posición frente a los monárquicos, incluso algunos de ellos empezaron a conspirar contra la dictadura, aunque sin éxito.

Aún con todo, Don Juan todavía tenía esperanzas de ser rey de España. Sin embargo, estas se esfumaron definitivamente tras la famosa entrevista con Franco en su yate Azor, en el verano de 1948. Franco dejó de criticar a Don Juan a cambio de que este renunciara definitivamente a sus aspiraciones reales. En esta reunión, se acordó que el joven príncipe Juan Carlos de Borbón fuera educado en España. Esta decisión sería clave para la sucesión que Franco buscaba, pues le permitió comenzar a valorar seriamente a Juan Carlos como sucesor viable. A partir de aquí, el joven Borbón recibió formación militar en los tres ejércitos y fue educado por algunos de los mejores profesores, como Torcuato Fernández-Miranda (hombre clave durante la Transición), o Ángel López-Amo.  

Llegamos a la década de los 60, tanto los pilares del Régimen Franquista como la oposición antifranquista interna y externa empiezan a darse cuenta de que a Franco ya no le quedan muchos años más al frente del país. Cada vez está más debilitado y con más problemas de salud. Comienza a ser urgente aclarar quién va a suceder a Franco y otra cuestión fundamental: bajo qué régimen político gobernará. La Ley de Sucesión establecía la Monarquía como forma de gobierno, pero no decía nada sobre quién sería el rey. La opción de Juan Carlos ganaba peso, pero surgieron entonces varias candidaturas, ya que este no convencía a los falangistas ni a otros grupos políticos del Franquismo. Por ejemplo, los Carlistas propusieron a Javier y a Carlos Hugo de Borbón y Parma como candidatos, y los monárquicos apostaron por Jaime de Borbón y Battemberg (hermano de Don Juan). Tras unos años de rumores e intentos fallidos  de que el dictador cambiara de sucesor, finalmente, el 22 de julio de 1969, Franco ratificaba en un acto en las Cortes Franquistas su decisión: el príncipe Juan Carlos de Borbón sería su sucesor a título de rey, jurando las Leyes Fundamentales del Reino y los Principios del Movimiento Nacional (el cuerpo legislativo del régimen Franquista). 

Aunque la incógnita de la sucesión estaba ya despejada, la figura de Juan Carlos no inspiraba confianza ni dentro ni fuera de España. Franco siempre creyó que el joven príncipe continuaría con su régimen autoritario. Afortunadamente no fue así, Juan Carlos tenía unos planes bien distintos. Sería un camino complejo y difícil, pero era necesario cambiar de régimen político. Había que construir una democracia en la cupieran todos los españoles, y él debía liderar ese proceso.

En los 70, la Dictadura Franquista agonizaba sin remedio: protestas y manifestaciones en las calles, huelgas masivas, crisis económica... incluso dentro del propio régimen, surgían ya voces pidiendo reformas urgentes hacia una mayor apertura política y social del país (por ejemplo, la del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, empresarios como José María López de Letona o políticos como José María de Areilza). El Franquismo dio sus últimos coletazos en forma de represión, destacando especialmente las ejecuciones de miembros del FRAP y de ETA, o el Proceso 1001 contra Comisiones Obreras. Muchos en España se preguntaban: ¿Qué pasará a la muerte de Franco?, ¿cómo gobernará Juan Carlos de Borbón?. El rey era una figura enigmática para todos.      

20 de noviembre de 1975. Franco muere tras varios días ingresado. Dos días después, en una solemne ceremonia en las Cortes, Juan Carlos de Borbón fue proclamado rey de España. Aunque afirma en su discurso que va a ser el rey de todos los españoles, y que el futuro "se basará en un efectivo consenso de concordia nacional", al mismo tiempo es prudente y moderado (incluso alaba a Franco para intentar contentar a los Franquistas y así ocultar sus verdaderas intenciones), ya que todavía hay muchas incógnitas por resolver. Los más adeptos al Franquismo no confían en él, porque creen que es un liberal que va a destruir todo lo realizado por Franco (en ese sentido, acertaron), tampoco la oposición en el exilio (Comunistas, PSOE y nacionalistas, entre otros) que lo ven como una marioneta del dictador. Tan solo algunos políticos moderados procedentes del régimen (como por ejemplo Torcuato Fernández-Miranda; presidente de las Cortes y del Consejo del Reino; o el jurista Antonio Garrigues), le apoyan. Nadie sabe qué va a ocurrir, se teme una reacción violenta del ejército y al terrorismo de ultraderecha y ultraizquierda; que empiezan a cobrarse numerosas víctimas.

El rey Juan Carlos comienza a pilotar la Transición, aunque sabe perfectamente que el proceso va a ser muy difícil. El rey y sus consejeros ya han comenzado a contactar en secreto con la oposición en el exilio (Comunistas, Socialistas, UGT...), buscando calmar sus ánimos y hacer que confíen en el proceso democrático que está iniciándose. Son movimientos arriesgados pero muy bien calculados, ya que son conscientes de que los partidos políticos no son legales, y que las leyes Franquistas continúan en vigor. Era evidente que la España de 1975 no era la misma que la de 1939, la sociedad, la política, la economía, las mentalidades... todo había cambiado notablemente en más de tres décadas. Muchos ciudadanos pedían libertad de expresión, de reunión, amnistías para los presos, trabajos dignos y por supuesto, libertad y democracia. Había que intentar satisfacer todas estas demandas, y no iba a ser nada fácil. No deja de ser cierto también que aún había parte del país que apoyaba sin fisuras el Franquismo, aunque disminuirían con el paso de los años.  

Había que buscar la forma de que el gobierno comenzase a hacer las reformas urgentes que el país necesitaba. El jefe del Gobierno en aquel crítico momento era Carlos Arias Navarro, un hombre fuerte del Franquismo que había llegado al cargo tras el asesinato de otro de los hombres fuertes del régimen y hombre de confianza de Franco, el almirante Luis Carrero Blanco. Aunque antes de la muerte del dictador había expresado algunas tímidas reformas de apertura, Arias Navarro se niega a realizar cualquier tipo de cambio político o legal que conlleve la democratización del país. Durante la primera mitad de 1976, España está en una situación muy delicada: una crisis económica cada vez más aguda, violencia y detenciones en las calles, y episodios dramáticos como los llamados sucesos de Vitoria, en la que la policía disparó indiscriminadamente contra un grupo de manifestantes que estaban reunidos en una iglesia, matando a cinco personas. Hacía falta dar un giro brusco a la situación política si se quería evitar una mayor desestabilización, giro para el cual el Presidente Arias Navarro ni estaba capacitado para ello ni tenía intención alguna de hacerlo.    

Ante el peligroso y desconcertante bloqueo político que paralizaba el país, y ante las constantes presiones internas y externas, el rey decide dar un golpe sobre la mesa: destituye a Arias Navarro el 1 de julio de 1976. Su sustituto va a ser Adolfo Suárez, el arquitecto de la Transición Democrática. Aunque también provenía del Franquismo, era valiente y buen negociador, firme partidario de las reformas y del diálogo, tenía muy buena presencia, y hablaba extraordinariamente bien. Con la elección de Suárez, Juan Carlos apostó decididamente por la Democracia y la Libertad. De este modo, también reforzó su posición y la de la Corona entre la opinión pública. Incluso la oposición comenzó a verlo con buenos ojos, aceptando la Monarquía como pieza fundamental para dirigir la transición hacia la democratización del país. Todos (salvo los más radicales franquistas, el llamado "búnker") estaban de acuerdo en una sola cosa: la continuidad del régimen de Franco era inviable. Con las sombras de un nuevo enfrentamiento civil o un retorno a la Dictadura, la pregunta del millón era: ¿cómo acabar con el Franquismo sin provocar un baño de sangre?  

La respuesta llegó en 1976: "de la ley a la ley".  A finales de ese año se aprobó la Ley para la Reforma Política. Gracias a la iniciativa del rey, y las gestiones de Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda (entre otros), se inició el derribo del aparato legal e institucional del Franquismo, y además, se abrió el camino a la democratización del país: soberanía nacional, reconocimiento de derechos individuales fundamentales, creación de unas nuevas Cortes formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado, y elecciones al Congreso y Senado por sufragio universal. Aunque esta ley no contentó del todo a la oposición, (que fue legalizada en los primeros meses de 1977, a tiempo para las primeras elecciones democráticas en junio de ese año), recogía buena parte de sus demandas. A pesar de todas las dificultades, estos hechos marcaron el principio del fin del Régimen de Franco y un avance decisivo hacia la Democracia. No hay duda de que esta y otras reformas clave (como las diversas amnistías políticas, o la legalización de partidos y sindicatos), y la fuerte presión de la sociedad y la oposición política condujeron a la ruptura del régimen Franquista.  

Es importante subrayar que Juan Carlos I logró que buena parte del ejército se mantuviera al margen durante la Transición, convenciéndoles de que debían acatar el nuevo régimen democrático. Entre los militares más leales, destacaron el general Manuel Gutiérrez Mellado y Sabino Fernández Campo. Si bien es cierto que algunos militares franquistas encabezaron conspiraciones contra el gobierno ("Operación Galaxia") e incluso un intento de golpe de Estado (el 23-F); ambos afortunadamente abortados.

En 1978, no sin dificultades, la Transición quedó culminada con la aprobación en referéndum de la Constitución, una de las más avanzadas de Europa. Fue pactada y elaborada por las principales fuerzas políticas (izquierda, centro, nacionalistas, derecha...). En dicho texto se acordó que la forma de Estado fuera la Monarquía Parlamentaria, insertada en un Estado Democrático y de Derecho. Como curiosidad, actualmente mucha gente se pregunta por qué no se estudió la opción de una República. Sí que se barajó esta posibilidad, y de hecho, el 4 de julio de 1978 se debatió y votó en el Congreso de los Diputados. Esquerra Republicana de Catalunya propuso una enmienda a la Carta Magna para establecer la República como forma de Estado. Fue rechazada.    

El hecho de que Franco eligiera a Juan Carlos como sucesor no implica en absoluto que este fuera Franquista (por mucho que se repita una mentira, no se convierte en verdad). Es una decisión que debe ser explicada y puesta en el contexto histórico al que pertenece, muy distinto del actual. A pesar de que la Monarquía, en efecto, había sido elegida por Franco como forma de gobierno, gracias al rey Juan Carlos I, la institución monárquica no solo contribuyó a acabar con el Franquismo, sino que se convirtió en una herramienta fundamental para la llegada de la Democracia. Nuestro régimen democrático no es heredero del régimen Franquista, como algunos se empeñan en decir. Tenemos libertades, derechos, estabilidad política, hay autonomías y un Estado descentralizado, sindicatos y partidos políticos de todos los signos, elecciones libres, etc. No tiene nada que ver, por suerte, con la Dictadura Franquista, en donde no había libertades ni derechos de ningún tipo, ni elecciones, ni por supuesto pluralismo político. Con la sanción de la Constitución, el propio monarca renunciaba voluntariamente a casi todos los poderes ejecutivos que tenía en ese momento, para convertirse así solamente en Jefe del Estado (neutral y sin poder ejecutivo alguno) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.  

En resumen, el rey y la Monarquía son completamente legítimos. La figura del rey como Jefe del Estado y la Monarquía Parlamentaria como forma de Estado son legales y legítimos, ya que fueron pactadas dentro de la Constitución. Y esta fue aprobada primero por unas Cortes salidas de unas elecciones democráticas y después en referéndum por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978. Historiadores de prestigio como Paul Preston o Santos Juliá, y personajes coetáneos al monarca como Santiago Carrillo o Miquel Roca lo han reconocido: no se puede negar el papel esencial que jugó el rey Juan Carlos I en la Transición, y que su reinado ha sido (pese a su abrupto final) probablemente, el más importante y fructífero de la Historia reciente de España.

Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Consejo_del_Reino

https://es.wikipedia.org/wiki/Sucesos_de_Vitoria

http://www.cervantesvirtual.com/portales/reyes_y_reinas_espana_contemporanea/juan_carlos_i_biografia/

https://elpais.com/politica/2018/11/16/actualidad/1542383208_644485.html

PALACIOS BAÑUELOS, Luis, Historia del Franquismo. España 1936-1975. Córdoba, Almuzara, 2020.

SARTORIUS, Nicolás, y SABIO, Alberto, El final de la Dictadura. La conquista de la Democracia en España (noviembre de 1975-diciembre de 1978). Barcelona, Espasa, 2018.

Ley para la Reforma Política (PDF), 1976.

 






 



[1] Movimiento monárquico español surgido en el siglo XIX que defiende la legitimidad al trono de los sucesores de Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII), así como valores tradicionalistas, monárquicos y católicos. 

[2] https://www.youtube.com/watch?v=qIeaPSqpvrQ

[4] Institución que asesoraba al Jefe del Estado durante el Franquismo, especialmente en la toma de determinadas decisiones, como la elección o destitución del Presidente del Gobierno. Este consejo tuvo un papel clave durante la Transición, al facilitar el nombramiento de Adolfo Suárez como jefe de gobierno. Fue abolido en 1978.  

[5] Presidente del Gobierno entre diciembre de 1973 y julio de 1976.

[6] Discurso del 12 de febrero de 1974.

[7] Ese mismo año, Juan Carlos I había dado un importante discurso ante el Congreso de los EEUU, haciendo hincapié en la democratización del país. El apoyo norteamericano a una nueva España democrática salió reforzado tras este discurso.   

[8] A comienzos de 1977 desaparecieron el Tribunal de Orden Público y el Movimiento Nacional, últimos componentes legales del Franquismo que aún quedaban en pie. 


martes, 16 de junio de 2020


¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO CON NUESTRA HISTORIA?

En el último mes, hemos podido ver en TV y en prensa algunas noticias relativas a nuestro pasado, a la Historia que todos tenemos en común. Hace pocos días, el alcalde de Londres (Sadiq Khan); al hilo de las violentas protestas que se han producido a raíz de la muerte de George Floyd[1] a manos de un policía y en la que se han derribado estatuas de personajes históricos asociados a la esclavitud, como por ejemplo la del parlamentario y mercader inglés Edward Colston; ha decidido revisar todas las estatuas y monumentos históricos de la capital británica y ha anunciado que retirará aquellas que representen a personajes relacionados con la esclavitud y el racismo. Situaciones así no son nuevas, hace año y medio, en EEUU, retiraron una estatua de Cristóbal Colón. En nuestro país, diversos dirigentes políticos de izquierdas han pedido demoler las estatuas en honor al descubridor de América que hay en nuestro país. Noticias como estas hacen que aquellos que hemos estudiado Historia; que la amamos, la disfrutamos y la sentimos; nos avergoncemos de algo tan inexplicable, incompresible y desagradable. En este artículo, explicaré brevemente algunos de los casos más recientes, contextualizando históricamente cada monumento.

La Historia es la disciplina que estudia los acontecimientos ocurridos en el pasado: sus causas, desarrollo, consecuencias, sus protagonistas, etc. Si no conocemos nuestra Historia, no podemos comprender el presente. Ya sea en el pueblo más pequeño o en una gran urbe, estamos rodeados de Historia: una iglesia, un edificio, la lengua que hablamos o incluso las tradiciones y fiestas que celebramos. Todo tiene un origen y un  por qué, nada ocurre al azar. Hay que entender algo fundamental a la hora de acercarse a la Historia: todo cambia a lo largo del tiempo. Las mentalidades, la política, la sociedad, la economía, el papel de las religiones, instituciones... todo sufre una evolución con el paso de los siglos. Pongo un ejemplo, la esclavitud. En la actualidad, vemos esto como algo espantoso, cruel e inhumano, pero en 1720 (por poner una fecha a modo de ejemplo), no era así en absoluto. Estaba aceptada en la sociedad de la época y era una de las principales herramientas de los imperios coloniales para crecer económicamente y dominar los territorios conquistados. Cada acontecimiento, fenómeno o personaje histórico ha de ser estudiado en perspectiva, en su correspondiente contexto político, económico, social... No se puede estudiar el pasado con los ojos del presente, y menos todavía, juzgarlo. Los historiadores denominamos esto con una expresión, "anacronismo".   

Tras estos apuntes sobre la Historia, vayamos al grano. Como ya he mencionado en la introducción, las autoridades londinenses han ordenado hacer una lista de monumentos para retirar aquellos que estén relacionados con la esclavitud o tengan connotaciones racistas. Es una decisión que mezcla demagogia, intereses políticos e Historia. Un cóctel letal. Lo primero que hay que decir al respecto es que la esclavitud fue un fenómeno histórico que formó parte de la sociedad durante mucho tiempo. Ya existía en el Antiguo Egipto hace más de tres mil años (fueron miles de esclavos los que construyeron las famosas Pirámides egipcias, ¿vamos a derribarlas por eso?) y continuó durante siglos. Todas las potencias que se expandieron a lo largo y ancho de los continentes americano, asiático y africano comerciaban con personas como si fuesen una mera mercancía sin valor alguno. Portugal, Reino Unido, España, Francia... todos practicaron la esclavitud en mayor o menor medida. Los esclavos eran transportados en barcos (en pésimas condiciones), desde el Caribe y América Latina hacia Europa o desde África hacia América. Una vez llegados al destino, eran obligados a trabajar en minas, plantaciones, o sirviendo a terratenientes ricos y otros dirigentes. El duro y sangriento trabajo esclavo aportó incontables riquezas y beneficios a las diferentes potencias coloniales durante buena parte de la Edad Moderna. Ya en el siglo XIX, el auge del Liberalismo, los nuevos principios de libertad e igualdad y el empuje de las revoluciones nacionalistas de 1848 en Europa provocaron que los diversos países fuesen aboliendo la esclavitud. En 1807 y 1833 lo hizo el Reino Unido, en 1869 Portugal, Francia en 1848, y en el caso de España, fue abolida en tres partes: en la Península (1837), en Puerto Rico (1873) y finalmente en Cuba (1886). La esclavitud no la llevaron a cabo únicamente los europeos, también los EEUU fueron esclavistas durante décadas. Sin ir más lejos, varios de los fundadores de esta nación (como Thomas Jefferson), tenían cientos de esclavos. El debate sobre la abolición de esta práctica se convirtió en un auténtico problema nacional para este país, hasta el punto de provocar una sangrienta guerra civil entre 1861 y 1865, al término de la cual la esclavitud fue abolida[2].

El segundo caso que planteo ocurrió también recientemente. Hace año y medio, el Ayuntamiento de Los Ángeles decidió retirar una estatua de Cristóbal Colón (por si fuera poco, en las protestas anteriormente mencionadas, también se están derribando sus estatuas). ¿Cuál fue el argumento empleado?, según dicho consistorio, "Sus actos contribuyeron al mayor genocidio jamás registrado. Su imagen no se tiene que celebrar en ninguna parte". Por su parte, Teresa Rodríguez (política andaluza de Podemos) ha afirmado en esta línea que "Nos parece que es una buena idea, dejar de rendir homenajes a esas figuras por respeto a personas de otras razas que han sido víctimas de esto en otras épocas".  

Estas argumentaciones, no solo son denigrantes hacia la Cultura e Historia hispanas y americanas, sino que son absolutamente falsas. Veamos por qué. Cristóbal Colón (Génova, 1451- Valladolid, 1506) fue un navegante y almirante de origen italiano. Durante años, estudió y leyó diversas obras de Geografía al mismo tiempo que adquiría experiencia como marino. En 1492, convencido de que había una ruta alternativa para llegar a las Indias (nombre por el cual se denominaba en aquella época al Extremo Oriente) y así abrir nuevas rutas comerciales; logró que los Reyes Católicos aprobaran y financiaran su ambicioso proyecto. El 12 de octubre de ese año, Colón y sus tres embarcaciones llegaron a la isla de Guanahaní (actual San Salvador, en Bahamas). Aquel día cambió por completo la Historia de la Humanidad, dos mundos completamente distintos se encontraban por primera vez. A partir de entonces, nada volvió a ser como antes, el descubrimiento de Colón dio paso a una nueva era en la Historia: la Edad Moderna, cuyo impacto cultural, político, religioso (entre otros) todavía pervive con enorme fuerza en la actualidad.

Es cierto que Cristóbal Colón vendió como esclavos a indígenas de la isla de La Española tras sofocar una rebelión y que no gestionó adecuadamente dicho territorio. Además, fue destituido de sus cargos y juzgado por ello. Aunque después fue absuelto por la reina Isabel la Católica y pudo regresar a América. Este episodio no constituye ningún genocidio y no puede empañar en absoluto la figura de uno de los personajes clave de la Historia de la Humanidad, ni tampoco desprestigiar ni menospreciar una de las mayores hazañas llevadas a cabo por el Hombre: el Descubrimiento de América.

La conquista y colonización de este continente estuvo llena de claroscuros. Hubo muerte y explotación de indígenas americanos (debido también a las enfermedades europeas contra las que no estaban inmunizados), pero este proceso también dejó un legado incalculable en el mundo latinoamericano: nuevas ciudades, tradiciones, cultura, religión, idioma, mestizaje... las raíces de casi todos los países latinoamericanos son sin duda españolas. Así pues, Colón y los españoles no cometieron ningún genocidio sobre los pueblos americanos, es más, los Reyes Católicos y sus sucesores se aseguraron de proteger y defender los derechos de los nativos americanos. El objetivo de los descubrimientos era evangelizar, no esclavizar. En 1512, las Leyes de Burgos establecieron que los indios no podían ser maltratados, debían ser evangelizados y tratados como seres libres: "nadie puede pegar ni flagelar a un indio ni llamarlo perro, ni ningún otro insulto, salvo que así se llame el aborigen". Posteriormente, Carlos V mejoró la legislación para proteger a los indios y otorgarles más derechos con las llamadas Leyes Nuevas (1542).

A diferencia de las colonizaciones inglesas; en las que exterminaron a poblaciones enteras de nativos, impusieron la religión Protestante y no permitieron el mestizaje; la Monarquía Hispánica fue una adelantada a su tiempo, diseñó un cuerpo legislativo para proteger a los indios americanos, aunque también es verdad que no siempre se obedecieron estas leyes, lo que hizo que los abusos y el maltrato a los indios continuaran, especialmente en las primeras décadas tras el Descubrimiento. La figura de Cristóbal Colón y el Descubrimiento de América son esenciales para comprender no solo la Historia de Latinoamérica, sino también la de buena parte de EEUU, pues el sur de dicho país (sin ir más lejos, la misma ciudad de Los Ángeles fue fundada por españoles) oficialmente fue territorio imperial español desde 1519 hasta 1821, bajo el nombre de Virreinato de la Nueva España[3]. Además, las actuales Luisiana, Arkansas, Nebraska, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Montana, Idaho, Minnesota, Missouri y Iowa también fueron territorio español entre 1762 y 1801.

En este caso, no solo se ignora y se desprecia el importantísimo legado hispano en EEUU, sino que se manipula abiertamente la Historia. La sociedad no debe ignorar o despreciar su pasado, debe de entenderlo, asumirlo y comprenderlo. Afortunadamente, dirigentes como el Presidente de la República Francesa Emmanuel Macron, han puesto cordura en medio de esta desconcertante situación, afirmando claramente que "La República no borrará ninguna huella ni ningún nombre de su historia. No olvidará ninguna de sus obras. No desmontará estatuas".     

Por fortuna, en 2020 ya no existe la terrible práctica de la esclavitud, si bien es cierto que en algunos países occidentales aún hay racismo en la sociedad. Luchar contra el racismo o defender una causa justa siempre es correcto, pero no puede convertirse en un pretexto para reescribir la Historia, borrando aquellos personajes o episodios que no agradan a un determinado sector de la población o que no gustan a un partido político determinado. No se puede mezclar Historia y política, es un grave error. Tampoco se debe juzgar el pasado desde nuestra perspectiva actual, así es imposible entenderla. Los monumentos deben preservarse, para que la sociedad conozca y entienda su pasado, y su presente. No hay que derribarlos. En el caso de la Historia de España, no debemos de avergonzarnos ni juzgar nuestro pasado, debemos de estar orgullosos de nuestros grandes personajes y hechos, y al mismo tiempo estudiar los errores cometidos para no volver a repetirlos. Tenemos que asumir nuestra Historia, con sus luces y sus sombras, y estudiarla en su contexto, sin ambages ni mentiras. Solo así conseguiremos entenderla y no tener que preguntarnos qué hacer con ella.

Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Colonizaci%C3%B3n_espa%C3%B1ola_de_Am%C3%A9rica

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/colon_cristobal.htm

https://www.elconfidencial.com/mundo/2018-11-12/retiran-estatua-cristobal-colon-los-angeles_1643671/

https://www.lavanguardia.com/vida/20200609/481701105595/reino-unido-revisa-sus-estatuas-de-racistas-mientras-prosiguen-las-protestas.html

https://www.elmundo.es/internacional/2020/06/14/5ee67f58fc6c83ff568b459a.html        

https://www.abc.es/cultura/abci-teresa-rodriguez-apoya-desmantelar-estatuas-cristobal-colon-202006151030_noticia.html

THOMAS, Hugh, El Imperio Español, De Colón a Magallanes. Barcelona, Planeta, 2018

EVANS, Richard J., La Lucha por el poder. Europa 1815-1914. Barcelona, Crítica, 2017

 
 
 
 
 
 




[1] Un crimen racista e intolerable en pleno siglo XXI.
[2] Por desgracia, en el Sur del país, siguieron promulgándose leyes de carácter racista y segregacionista (las llamadas "leyes de Jim Crow") contra la población negra, que no fueron definitivamente abolidas hasta un siglo después, en 1965.
[3] Se extendía por los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Florida, Utah y parte de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma (EEUU); y México.

jueves, 23 de abril de 2020


LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN
Inicios de los años 70. Todo sigue igual tras el Telón de Acero[1]: la RFA y la RDA son dos mundos completamente distintos. Mientras en Berlín Occidental el nivel de vida es alto y hay bienestar, en el lado oriental, sus habitantes aún no alcanzan las cifras de sus vecinos occidentales, pero se empieza a notar una leve mejoría económica (acorde con la evolución positiva de la economía en época del mandato del líder soviético Leónidas Brézhnev[2]). En la República Federal, hay libertad y un firme sistema democrático. La RDA continúa siendo un régimen autoritario donde las decisiones las toma un solo partido: el Partido Socialista Unificado de Alemania, dirigido a su vez por el Politburó[3] en Moscú. El Muro (que continuaba siendo prácticamente impenetrable[4]) se reforzó con planchas de acero y la represión política a los opositores continuó siendo firme. La tristemente famosa y temida policía secreta, la Stasi, realizaba continuas redadas, detenciones, espionaje, torturas y censuraba duramente cualquier opinión contraria al régimen o del exterior. Un estado autoritario y policial en toda regla. Cualquier persona podía ser informador a sueldo de la policía: un amigo, un vecino o incluso un familiar. Los ciudadanos de la RDA nunca sabían cuando podían ser detenidos, en ningún momento estaban seguros.  
En el plano diplomático, ya desde finales de los 60 se percibieron ciertos cambios en las relaciones entre bloques. Surgió un nuevo clima de relativa confianza entre las superpotencias norteamericana y soviética (calificada como distensión o "détente"), que permitió a su vez la estabilización de la Guerra Fría y el acercamiento gradual a otras importantes potencias como China o India (principalmente por parte de EEUU). Se puso sobre la mesa un objetivo clave: buscar acuerdos que redujeran los armamentos y la posibilidad de una guerra nuclear. Esta nueva situación geopolítica no pasó desapercibida en la Alemania dividida. El canciller federal, el socialdemócrata Willy Brandt, promovió la llamada "Ostpolitik". Esta estrategia permitió que empezaran poco a poco a restablecerse las relaciones diplomáticas entre las dos alemanias. Otro gran logro de este canciller fueron los acuerdos de cooperación económica alcanzados con el bloque soviético. Tras más de dos décadas de desencuentros, parecía que la RFA y la RDA podían llevarse bien. Incluso los dirigentes comunistas de la RDA[5] vieron con buenos ojos este giro total, firmando un acuerdo de gran importancia: el Acuerdo Básico. Por primera vez ambos países intercambiaban información sobre tecnología, ciencia, bienes de consumo y al mismo tiempo se comprometían a respetarse jurídicamente el uno al otro. Corría 1972, y todo parecía marchar de forma tranquila y cordial entre las dos alemanias. Tanto Washington como Moscú relanzaron a su vez sus esfuerzos para que esta nueva situación continuase. Curiosamente, fueron algunos países europeos como Francia o el Reino Unido los que más desconfiaron de esta política, argumentando (en parte con razón, pues en los años 70, más de 11000 opositores fueron detenidos y se incrementó el terrorismo en la RFA[6]) que no había nada que hablar con un régimen autoritario como la RDA.     
Desgraciadamente, a finales de la década de los 70, la Guerra Fría volvió a poner al mundo al borde del desastre. La "détente" finalizó bruscamente debido a varios acontecimientos, principalmente la prolongación de la crisis económica derivada de la Crisis del Petróleo (1973), el nuevo impulso de las políticas conservadoras en EEUU (rechazando los acuerdos alcanzados con la URSS), el despliegue de nuevos misiles nucleares soviéticos y sus intervenciones militares en países como Angola o Afganistán. Mientras tanto, en la RFA, los distintos sucesores de Brandt siguieron apostando por mantener las buenas relaciones, mientras el crecimiento económico continuaba, aunque atenuado por la crisis económica. Al otro lado del Muro, Erich Honecker es designado nuevo Presidente de la República Democrática Alemana en 1976. Este firme dirigente comunista va a ser uno de los protagonistas en la sucesión de acontecimientos que condujeron a la Caída del Muro en 1989. Conforme avanzaban los años 80, las relaciones entre la RFA y la RDA se estancaron de nuevo. Mientras la primera se integraba plenamente en la Comunidad Europea (germen de la futura Unión Europea), la RDA estaba cada vez más aislada de Europa y del resto del mundo.
En medio de una de las décadas más turbulentas de la Historia reciente, no se veía un horizonte esperanzador para Alemania por ninguna parte. Parecía que el Muro no iba a caer nunca. Las autoridades reforzaron su construcción ante los cada vez mayores intentos de fuga de personas desde la RDA hacia la RFA. Las dificultades económicas se agravaban para Alemania Oriental: una deuda cada vez mayor, baja productividad industrial, bajos sueldos, alta inflación y escasez de productos básicos (en muchos hogares, comer carne o tener un teléfono se convirtió casi en un lujo). Por si fuera poco, la URSS también atravesaba una fuerte depresión económica, lo que menguaba las ayudas de las que tanto dependía el régimen de Honecker. Además, la muerte de Brézhnev le privó de uno de sus apoyos más importantes.
La década de los 80 fue paradójica: las enormes tensiones entre los bloques occidental y soviético provocaron que el mundo quedara al borde de un conflicto nuclear y al mismo tiempo se produjeron varios acontecimientos que precipitaron el final de la Guerra Fría. Es aquí donde el Muro de Berlín cobró un protagonismo decisivo. La situación en Berlín (y en la RDA) seguía prácticamente igual: dura represión de las protestas (cada vez más intensas), cero reformas y una situación económica cada vez peor. Sin embargo, la llegada de un nuevo líder a la URSS pareció dar ciertas esperanzas a una posible reunificación. Mijaíl Gorbachov[7] decidió que había que dar un nuevo rumbo e intentar reformar la Unión Soviética mediante dos ejes fundamentales: Glásnost (apertura) y Perestroika (reestructuración). No solo había que reformar la economía soviética[8], hundida por completo, sino también permitir una mayor libertad de expresión en la propia URSS[9], y abrirla al exterior, abandonando definitivamente el objetivo primordial de dicha nación desde hacía décadas, la victoria del Comunismo en todo el mundo. A pesar de todo, esta nueva política se encontró con la oposición de parte del Politburó, que creyó que las reformas de Gorbachov destruían la esencia del Comunismo soviético (y en parte, así sucedió).
Desgraciadamente para los habitantes de Alemania Oriental, estos importantes cambios políticos y económicos no se tradujeron en reformas positivas para su país. Honecker mostraba una doble cara: aparentemente apoyaba a Gorbachov y sus medidas, pero en realidad se mostró muy intransigente, no tomaría ninguna iniciativa que le hiciera perder el poder. Los ciudadanos germanoorientales; plenamente conscientes de la nueva situación en Europa; se echaban a la calle cada vez más para reclamar libertades y derechos, ¿cuál fue la respuesta del régimen?, más represión. En 1987, la presión hacia la RDA para que abriera el Muro no solo llegaba desde EEUU y el bloque Occidental (con el presidente de EEUU Ronald Reagan y el canciller alemán Helmut Kohl a la cabeza), sino también desde la misma URSS. A la altura de 1989, la paciencia de Gorbachov con Honecker se estaba agotando. Cada día que pasaba, eran más personas las que veían el Muro de Berlín como una barrera ideológica sin ningún sentido, como un auténtico infierno de hormigón y acero. Durante el verano de ese mismo año, cientos de miles de personas escaparon de la RDA hacia Alemania Occidental por la frontera húngara. Honecker estaba desesperado por conservar el poder a toda costa, incluso sopesó la posibilidad de desplegar al ejército para aplastar las protestas[10]. Por fortuna, finalmente se echó atrás ante la negativa de la policía y el ejército.
El 9 de octubre de 1989, un mes antes de la caída del Muro, Gorbachov visitó Berlín Oriental para las celebraciones conmemorativas del 40º Aniversario de la RDA. El clima era especialmente tenso, Gorbachov dejó bien claro a Honecker (quien dimitiría pocos días después por problemas de salud y tras ser destituido por su propio partido) que ya no le apoyaba. La RDA y el Muro de Berlín seguían en pie, pero tenían los días contados. El día 9 de noviembre, todo se aceleró de repente cuando el portavoz del Gobierno germanooriental; Günter Schabowski; afirmó en rueda de prensa que se podía cruzar a Berlín Occidental con un nuevo permiso especial, sin restricciones[11]. Este histórico y sorprendente momento quedó captado por las cámaras de Tv de todo el planeta.
Esa misma tarde, decenas de miles de personas se agolparon ante los puestos fronterizos del Muro para poder salir, ante unos atónitos guardias que no sabían cómo reaccionar. Finalmente, cedieron y casi a medianoche, abrieron las barreras del Muro. Miles de habitantes de Berlín Oriental cruzaron al lado Occidental, muchos no salían de su asombro ante todo lo que veían: coches y electrodomésticos nuevos y modernos, tiendas con todo tipo de productos, viviendas amplias y equipadas, ¡hasta los cigarrillos y el chocolate eran de mejor calidad que en la RDA! Las avenidas y calles de Berlín se convirtieron en una fiesta durante los siguientes días. Además, se produjeron emocionantes escenas entre familiares que se reencontraban después de casi tres décadas separados. En pocos meses, la RDA se disolvió, el Muro fue derribado y Alemania se reunificó tras 45 años dividida. La Caída del Muro supuso el principio del fin de la Guerra Fría, un punto de inflexión clave. El Muro de la Vergüenza por fin había caído, la libertad triunfó frente a la tiranía. Los alemanes (en esta ocasión para bien) cambiaron la Historia de la Humanidad para siempre.
Enlaces:
Fuentes:
ARNE WESTAD, Odd, La Guerra Fría. Una historia mundial. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2018
https://www.elmundo.es/internacional/2019/11/07/5dc0284021efa0740a8b45b9.html
MCMAHON, Robert J., La Guerra Fría. Una breve introducción. Madrid. Alianza Editorial, 2009









[1] Expresión empleada por el Primer Ministro Británico Winston Churchill en un discurso en 1946. Definió así el nuevo orden mundial surgido de la Segunda Guerra Mundial.
[2] Líder soviético y Secretario General del Partido Comunista de la URSS entre 1966 y 1982.
[3] Máximo órgano de poder de la URSS.
[4] Aunque hubo algunas fugas de película, como la protagonizada por un soldado que embistió el muro con un tanque, logrando atravesarlo y escapar al lado Occidental.
[5] En buena parte fueron obligados a seguir la nueva línea marcada por Moscú, ya que inicialmente, Walter Ulbricht se negó a cualquier tipo de acercamiento de la RDA a la RFA.
[6] Patrocinado y dirigido secretamente por el régimen comunista, la organización terrorista "Fracción del Ejército Rojo" (Baader-Meinhof) llevó a cabo numerosos atentados contra dirigentes, policías y militares de la RFA.
[7] Líder soviético y Secretario General del Partido Comunista de la URSS entre 1985 y 1991.
[8] Por ejemplo, permitiendo a las empresas mayor libertad de producción o fomentando la propiedad privada.
[9] Además, se empezaron a permitir las críticas al gobierno soviético, algo completamente prohibido desde 1917.   
[10] Esto es exactamente lo que el régimen comunista chino hizo en junio de 1989, aplastar las protestas de la Plaza de Tiananmen a sangre y fuego. Se calcula que murieron unas 10000 personas.   
[11] Estas medidas de apertura fueron idea del nuevo canciller, Egon Krenz, mucho más tolerante que su predecesor.