miércoles, 5 de agosto de 2020

JUAN CARLOS I: PARTE ESENCIAL DE LA HISTORIA DE ESPAÑA

Recientemente, estamos asistiendo a determinados acontecimientos que afectan directamente a la Monarquía española y en concreto a la figura del rey Emérito Juan Carlos I. Se ha sabido que la Fiscalía está investigándole por posibles delitos fiscales. Ante esta situación (y para evitar dañar a la Corona y a su hijo y rey Felipe VI), Juan Carlos ha decidido marcharse al extranjero. No se veía algo similar desde que la mañana del 14 de abril de 1931, el rey Alfonso XIII abandonara España camino del exilio ante la proclamación de la Segunda República. Esta difícil situación está siendo aprovechada por algunos dirigentes y partidos políticos para atacar y desprestigiar a la institución monárquica, en ocasiones empleando argumentos falsos o que directamente apenas se sostienen. Como es de esperar, de nuevo se emplea la Historia de España de un modo fraudulento, politizándola de la peor manera posible en busca de beneficio personal y político. Entre otras falsedades, se ha llegado a decir que tanto Juan Carlos I como la Monarquía son ilegítimos al haber sido designados por Franco. En este escrito, analizaré y trataré de desmontar esta mentira, apoyándome en la Historia. Primero, relataré cómo Juan Carlos llegó al trono, y después su papel clave en la Transición a la Democracia y en la Historia de nuestro país.  

Retrocedamos en el tiempo, hasta 1947. El 9 de junio de ese año se aprueba la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. Francisco Franco comienza ya a pensar en su sucesión, aunque apenas lleve ocho años en el poder. Para el dictador gallego, su sucesión al frente del país sería única y exclusivamente decisión suya. Solo él tiene potestad para elegir a su sucesor, que será rey. Por otra parte, el Conde de Barcelona (Don Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII y padre de Juan Carlos I) criticó duramente a Franco y reclamó el trono español, ofreciéndose como la única solución viable para reconciliar a los españoles tras la sangrienta Guerra Civil (1936-1939). Estas críticas no hicieron sino convencer más a Franco de que debía reforzar su posición frente a los monárquicos, incluso algunos de ellos empezaron a conspirar contra la dictadura, aunque sin éxito.

Aún con todo, Don Juan todavía tenía esperanzas de ser rey de España. Sin embargo, estas se esfumaron definitivamente tras la famosa entrevista con Franco en su yate Azor, en el verano de 1948. Franco dejó de criticar a Don Juan a cambio de que este renunciara definitivamente a sus aspiraciones reales. En esta reunión, se acordó que el joven príncipe Juan Carlos de Borbón fuera educado en España. Esta decisión sería clave para la sucesión que Franco buscaba, pues le permitió comenzar a valorar seriamente a Juan Carlos como sucesor viable. A partir de aquí, el joven Borbón recibió formación militar en los tres ejércitos y fue educado por algunos de los mejores profesores, como Torcuato Fernández-Miranda (hombre clave durante la Transición), o Ángel López-Amo.  

Llegamos a la década de los 60, tanto los pilares del Régimen Franquista como la oposición antifranquista interna y externa empiezan a darse cuenta de que a Franco ya no le quedan muchos años más al frente del país. Cada vez está más debilitado y con más problemas de salud. Comienza a ser urgente aclarar quién va a suceder a Franco y otra cuestión fundamental: bajo qué régimen político gobernará. La Ley de Sucesión establecía la Monarquía como forma de gobierno, pero no decía nada sobre quién sería el rey. La opción de Juan Carlos ganaba peso, pero surgieron entonces varias candidaturas, ya que este no convencía a los falangistas ni a otros grupos políticos del Franquismo. Por ejemplo, los Carlistas propusieron a Javier y a Carlos Hugo de Borbón y Parma como candidatos, y los monárquicos apostaron por Jaime de Borbón y Battemberg (hermano de Don Juan). Tras unos años de rumores e intentos fallidos  de que el dictador cambiara de sucesor, finalmente, el 22 de julio de 1969, Franco ratificaba en un acto en las Cortes Franquistas su decisión: el príncipe Juan Carlos de Borbón sería su sucesor a título de rey, jurando las Leyes Fundamentales del Reino y los Principios del Movimiento Nacional (el cuerpo legislativo del régimen Franquista). 

Aunque la incógnita de la sucesión estaba ya despejada, la figura de Juan Carlos no inspiraba confianza ni dentro ni fuera de España. Franco siempre creyó que el joven príncipe continuaría con su régimen autoritario. Afortunadamente no fue así, Juan Carlos tenía unos planes bien distintos. Sería un camino complejo y difícil, pero era necesario cambiar de régimen político. Había que construir una democracia en la cupieran todos los españoles, y él debía liderar ese proceso.

En los 70, la Dictadura Franquista agonizaba sin remedio: protestas y manifestaciones en las calles, huelgas masivas, crisis económica... incluso dentro del propio régimen, surgían ya voces pidiendo reformas urgentes hacia una mayor apertura política y social del país (por ejemplo, la del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, empresarios como José María López de Letona o políticos como José María de Areilza). El Franquismo dio sus últimos coletazos en forma de represión, destacando especialmente las ejecuciones de miembros del FRAP y de ETA, o el Proceso 1001 contra Comisiones Obreras. Muchos en España se preguntaban: ¿Qué pasará a la muerte de Franco?, ¿cómo gobernará Juan Carlos de Borbón?. El rey era una figura enigmática para todos.      

20 de noviembre de 1975. Franco muere tras varios días ingresado. Dos días después, en una solemne ceremonia en las Cortes, Juan Carlos de Borbón fue proclamado rey de España. Aunque afirma en su discurso que va a ser el rey de todos los españoles, y que el futuro "se basará en un efectivo consenso de concordia nacional", al mismo tiempo es prudente y moderado (incluso alaba a Franco para intentar contentar a los Franquistas y así ocultar sus verdaderas intenciones), ya que todavía hay muchas incógnitas por resolver. Los más adeptos al Franquismo no confían en él, porque creen que es un liberal que va a destruir todo lo realizado por Franco (en ese sentido, acertaron), tampoco la oposición en el exilio (Comunistas, PSOE y nacionalistas, entre otros) que lo ven como una marioneta del dictador. Tan solo algunos políticos moderados procedentes del régimen (como por ejemplo Torcuato Fernández-Miranda; presidente de las Cortes y del Consejo del Reino; o el jurista Antonio Garrigues), le apoyan. Nadie sabe qué va a ocurrir, se teme una reacción violenta del ejército y al terrorismo de ultraderecha y ultraizquierda; que empiezan a cobrarse numerosas víctimas.

El rey Juan Carlos comienza a pilotar la Transición, aunque sabe perfectamente que el proceso va a ser muy difícil. El rey y sus consejeros ya han comenzado a contactar en secreto con la oposición en el exilio (Comunistas, Socialistas, UGT...), buscando calmar sus ánimos y hacer que confíen en el proceso democrático que está iniciándose. Son movimientos arriesgados pero muy bien calculados, ya que son conscientes de que los partidos políticos no son legales, y que las leyes Franquistas continúan en vigor. Era evidente que la España de 1975 no era la misma que la de 1939, la sociedad, la política, la economía, las mentalidades... todo había cambiado notablemente en más de tres décadas. Muchos ciudadanos pedían libertad de expresión, de reunión, amnistías para los presos, trabajos dignos y por supuesto, libertad y democracia. Había que intentar satisfacer todas estas demandas, y no iba a ser nada fácil. No deja de ser cierto también que aún había parte del país que apoyaba sin fisuras el Franquismo, aunque disminuirían con el paso de los años.  

Había que buscar la forma de que el gobierno comenzase a hacer las reformas urgentes que el país necesitaba. El jefe del Gobierno en aquel crítico momento era Carlos Arias Navarro, un hombre fuerte del Franquismo que había llegado al cargo tras el asesinato de otro de los hombres fuertes del régimen y hombre de confianza de Franco, el almirante Luis Carrero Blanco. Aunque antes de la muerte del dictador había expresado algunas tímidas reformas de apertura, Arias Navarro se niega a realizar cualquier tipo de cambio político o legal que conlleve la democratización del país. Durante la primera mitad de 1976, España está en una situación muy delicada: una crisis económica cada vez más aguda, violencia y detenciones en las calles, y episodios dramáticos como los llamados sucesos de Vitoria, en la que la policía disparó indiscriminadamente contra un grupo de manifestantes que estaban reunidos en una iglesia, matando a cinco personas. Hacía falta dar un giro brusco a la situación política si se quería evitar una mayor desestabilización, giro para el cual el Presidente Arias Navarro ni estaba capacitado para ello ni tenía intención alguna de hacerlo.    

Ante el peligroso y desconcertante bloqueo político que paralizaba el país, y ante las constantes presiones internas y externas, el rey decide dar un golpe sobre la mesa: destituye a Arias Navarro el 1 de julio de 1976. Su sustituto va a ser Adolfo Suárez, el arquitecto de la Transición Democrática. Aunque también provenía del Franquismo, era valiente y buen negociador, firme partidario de las reformas y del diálogo, tenía muy buena presencia, y hablaba extraordinariamente bien. Con la elección de Suárez, Juan Carlos apostó decididamente por la Democracia y la Libertad. De este modo, también reforzó su posición y la de la Corona entre la opinión pública. Incluso la oposición comenzó a verlo con buenos ojos, aceptando la Monarquía como pieza fundamental para dirigir la transición hacia la democratización del país. Todos (salvo los más radicales franquistas, el llamado "búnker") estaban de acuerdo en una sola cosa: la continuidad del régimen de Franco era inviable. Con las sombras de un nuevo enfrentamiento civil o un retorno a la Dictadura, la pregunta del millón era: ¿cómo acabar con el Franquismo sin provocar un baño de sangre?  

La respuesta llegó en 1976: "de la ley a la ley".  A finales de ese año se aprobó la Ley para la Reforma Política. Gracias a la iniciativa del rey, y las gestiones de Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda (entre otros), se inició el derribo del aparato legal e institucional del Franquismo, y además, se abrió el camino a la democratización del país: soberanía nacional, reconocimiento de derechos individuales fundamentales, creación de unas nuevas Cortes formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado, y elecciones al Congreso y Senado por sufragio universal. Aunque esta ley no contentó del todo a la oposición, (que fue legalizada en los primeros meses de 1977, a tiempo para las primeras elecciones democráticas en junio de ese año), recogía buena parte de sus demandas. A pesar de todas las dificultades, estos hechos marcaron el principio del fin del Régimen de Franco y un avance decisivo hacia la Democracia. No hay duda de que esta y otras reformas clave (como las diversas amnistías políticas, o la legalización de partidos y sindicatos), y la fuerte presión de la sociedad y la oposición política condujeron a la ruptura del régimen Franquista.  

Es importante subrayar que Juan Carlos I logró que buena parte del ejército se mantuviera al margen durante la Transición, convenciéndoles de que debían acatar el nuevo régimen democrático. Entre los militares más leales, destacaron el general Manuel Gutiérrez Mellado y Sabino Fernández Campo. Si bien es cierto que algunos militares franquistas encabezaron conspiraciones contra el gobierno ("Operación Galaxia") e incluso un intento de golpe de Estado (el 23-F); ambos afortunadamente abortados.

En 1978, no sin dificultades, la Transición quedó culminada con la aprobación en referéndum de la Constitución, una de las más avanzadas de Europa. Fue pactada y elaborada por las principales fuerzas políticas (izquierda, centro, nacionalistas, derecha...). En dicho texto se acordó que la forma de Estado fuera la Monarquía Parlamentaria, insertada en un Estado Democrático y de Derecho. Como curiosidad, actualmente mucha gente se pregunta por qué no se estudió la opción de una República. Sí que se barajó esta posibilidad, y de hecho, el 4 de julio de 1978 se debatió y votó en el Congreso de los Diputados. Esquerra Republicana de Catalunya propuso una enmienda a la Carta Magna para establecer la República como forma de Estado. Fue rechazada.    

El hecho de que Franco eligiera a Juan Carlos como sucesor no implica en absoluto que este fuera Franquista (por mucho que se repita una mentira, no se convierte en verdad). Es una decisión que debe ser explicada y puesta en el contexto histórico al que pertenece, muy distinto del actual. A pesar de que la Monarquía, en efecto, había sido elegida por Franco como forma de gobierno, gracias al rey Juan Carlos I, la institución monárquica no solo contribuyó a acabar con el Franquismo, sino que se convirtió en una herramienta fundamental para la llegada de la Democracia. Nuestro régimen democrático no es heredero del régimen Franquista, como algunos se empeñan en decir. Tenemos libertades, derechos, estabilidad política, hay autonomías y un Estado descentralizado, sindicatos y partidos políticos de todos los signos, elecciones libres, etc. No tiene nada que ver, por suerte, con la Dictadura Franquista, en donde no había libertades ni derechos de ningún tipo, ni elecciones, ni por supuesto pluralismo político. Con la sanción de la Constitución, el propio monarca renunciaba voluntariamente a casi todos los poderes ejecutivos que tenía en ese momento, para convertirse así solamente en Jefe del Estado (neutral y sin poder ejecutivo alguno) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.  

En resumen, el rey y la Monarquía son completamente legítimos. La figura del rey como Jefe del Estado y la Monarquía Parlamentaria como forma de Estado son legales y legítimos, ya que fueron pactadas dentro de la Constitución. Y esta fue aprobada primero por unas Cortes salidas de unas elecciones democráticas y después en referéndum por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978. Historiadores de prestigio como Paul Preston o Santos Juliá, y personajes coetáneos al monarca como Santiago Carrillo o Miquel Roca lo han reconocido: no se puede negar el papel esencial que jugó el rey Juan Carlos I en la Transición, y que su reinado ha sido (pese a su abrupto final) probablemente, el más importante y fructífero de la Historia reciente de España.

Fuentes:

https://es.wikipedia.org/wiki/Consejo_del_Reino

https://es.wikipedia.org/wiki/Sucesos_de_Vitoria

http://www.cervantesvirtual.com/portales/reyes_y_reinas_espana_contemporanea/juan_carlos_i_biografia/

https://elpais.com/politica/2018/11/16/actualidad/1542383208_644485.html

PALACIOS BAÑUELOS, Luis, Historia del Franquismo. España 1936-1975. Córdoba, Almuzara, 2020.

SARTORIUS, Nicolás, y SABIO, Alberto, El final de la Dictadura. La conquista de la Democracia en España (noviembre de 1975-diciembre de 1978). Barcelona, Espasa, 2018.

Ley para la Reforma Política (PDF), 1976.

 






 



[1] Movimiento monárquico español surgido en el siglo XIX que defiende la legitimidad al trono de los sucesores de Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII), así como valores tradicionalistas, monárquicos y católicos. 

[2] https://www.youtube.com/watch?v=qIeaPSqpvrQ

[4] Institución que asesoraba al Jefe del Estado durante el Franquismo, especialmente en la toma de determinadas decisiones, como la elección o destitución del Presidente del Gobierno. Este consejo tuvo un papel clave durante la Transición, al facilitar el nombramiento de Adolfo Suárez como jefe de gobierno. Fue abolido en 1978.  

[5] Presidente del Gobierno entre diciembre de 1973 y julio de 1976.

[6] Discurso del 12 de febrero de 1974.

[7] Ese mismo año, Juan Carlos I había dado un importante discurso ante el Congreso de los EEUU, haciendo hincapié en la democratización del país. El apoyo norteamericano a una nueva España democrática salió reforzado tras este discurso.   

[8] A comienzos de 1977 desaparecieron el Tribunal de Orden Público y el Movimiento Nacional, últimos componentes legales del Franquismo que aún quedaban en pie.