lunes, 11 de octubre de 2021

 MUSIC FOR A ROAD TRIP

En este nuevo post, me alejo de la Historia y escribo sobre mi otra gran pasión: la música. Esta vez comentaré y describiré brevemente algunas canciones de Rock, Blues y Country ideales para escuchar conduciendo. Hay canciones que al escucharlas te transportan directamente al corazón de EEUU: moteles, pueblos abandonados, carreteras solitarias, bares, moteros en sus flamantes Harley Davidson... Todo este particular universo (fácilmente reconocible en infinidad de libros, series y películas) puede ser condensado en una canción. He querido juntar un puñado de temas de cada estilo musical, mezclando artistas conocidos (Bob Dylan, Eric Clapton...), con otros no tan conocidos para el gran público (Willie Nelson, Lynyrd Skynyrd...)

Empecemos por el Blues. Este estilo musical nació en el Sur de EEUU en los años 30 y es la piedra angular sobre la que se construyó el Rock and Roll. Para que todos lo entiendan, es Rock es un Blues pero con un ritmo mucho más acelerado. En ambos géneros, la guitarra es el eje sobre el que gira todo. Uno de los grandes artistas que ha dado el Blues es Muddy Waters (traducido: "aguas turbulentas", este era un apodo, su nombre real era Mckinley Morganfield). Este gran compositor y guitarrista nacido en 1913 en Misisipi es el autor de "Mannish Boy", un Blues genial que trata sobre un joven que relata cómo se ha convertido en un hombre. La influencia de este compositor es inmensa: desde Led Zeppelin hasta Angus Young, numerosos artistas y grupos de Rock lo tienen como referente.

Eric Clapton, maestro del Blues y leyenda de la guitarra, versionó "Sweet Home Chicago" (una de las canciones más famosas e importantes del género), dándole un toque eléctrico genial. Su forma de tocar es sencillamente de otro planeta, majestuosa, elegante y vibrante al mismo tiempo. Por algo es considerado por muchos el mejor guitarrista de la Historia. Otro gran tema para la lista.

Turno para Ray Charles y su "Hit The Road Jack". Esta composición del pianista y cantante afroamericano está cargada de ritmo desde el inicio, el diálogo musical entre Ray y el coro femenino es genial. Esta canción; totalmente directa en la letra, una mujer echa de casa a su marido porque se ha quedado sin dinero; alcanzó el nº 1 de las listas en 1961.

Avanzamos en el tiempo y nos vamos hasta 1982. Año del lanzamiento de "Bad To The Bone", una de esas canciones con las que dan ganas de ponerse rápidamente al volante. El guitarrista y compositor George Thorogood y su banda The Destroyers saltaron a la fama con este enérgico Blues mezclando un riff sencillo pero potente, un solo trepidante y una letra sobre las travesuras de un joven. Todo un éxito en un momento en el que el Blues parecía haber perdido fuelle frente a las nuevas corrientes musicales.

Vayamos al Country. Nada mejor que varios temas para atravesar un país de costa a costa. La música Country surgió en el Este de EEUU (Tennessee, Kentucky...) a comienzos del siglo XX. Su expansión fue rápida y se ha fusionado con éxito con otros estilos, manteniendo a la vez su sonido tan característico de guitarras, banjos y violines. Al igual que en el Blues, tiene sus matices según el artista que lo interprete: no es lo mismo el tradicional sonido de los años 60 de músicos como Merle Haggard que las melodías Country cercanas al Pop de los años 70 de Kenny Rogers.

Suya es precisamente la canción "The Gambler". Kenny Rogers y su extraordinaria voz narran la conversación entre un jugador de Póker y un cantante durante un viaje en tren. Publicada en 1978, llegó a lo más alto de las listas, convirtiéndose en una de sus canciones más exitosas. El videoclip, ambientado en el Lejano Oeste, merece la pena verlo. Otro gran éxito del Country para lanzarse a la carretera es "On The Road Again", de Willie Nelson. Esta leyenda musical norteamericana (sigue en activo a sus 88 años) y su inseparable guitarra nos introducen de lleno en un viaje lleno de aventuras y música.  

Para finalizar este apartado, dos grandiosas canciones. La primera es "Workin' Man Blues", de Merle Haggard. La letra, típica del género, es todo un homenaje a los trabajadores, con menciones a la fábrica, el hogar y la familia y por supuesto, la cerveza en la taberna al salir. Sensacional composición con bonitos punteos y solos de guitarra, muestra el sonido de este particular género musical en todo su esplendor.

Hablar de música Country es, sin ninguna duda, hablar de Johnny Cash. Showman, compositor, cantante... este señor de rostro serio y voz de barítono es un auténtico icono musical y cultural en EEUU (a la altura de Elvis Presley o Frank Sinatra). Revolucionó el género en los años 50 y sumó éxito tras éxito en una amplia y rica carrera musical. "I Walk The Line" es uno de ellos. La letra es sencilla, un chico le dice a su novia: voy a ser un chico bueno y fiel, y no me apartaré del buen camino. Este tema, uno de los más conocidos de Cash, refleja a la perfección el mundo de la música Country.

¿Listos para el Rock and Roll? "Big wheels keep on turnin', Carry me home to see my kin, Singin' songs about the south-land, I miss Alabamy once again and I think it's a sin, yes..." Así empieza una de las grandes canciones de Rock de los años 70 (y de todos los tiempos): "Sweet Home Alabama". Una road song por excelencia, joya de la banda sureña Lynyrd Skynyrd, es una de las más exitosas de la década. Los primeros acordes y punteos del estribillo, de la mano de las guitarras de Allen Collins y Gary Rossington, dan paso a una letra ciertamente polémica por su defensa de los valores y la cultura del Sur de EEUU. Dejando esto a parte, es una canción perfecta para escuchar durante un viaje.

ZZ Top. Quizá este nombre a muchos no les suene, pero este genial trío texano de barbudos en gafas de sol son los autores de otra grandísima canción de Rock and Roll: "Tush". Ya desde el inicio se ve claramente cómo este tema es en realidad un Blues cuyos acordes van progresando. Billy Gibbons demuestra el enorme guitarrista que es. Por increíble que parezca, 46 años después de su publicación, todavía no se sabe qué significa la letra. En cualquier caso, un auténtico temazo para quemar el asfalto sobre ruedas.

Carretera, Rock y Elvis forman una poderosa combinación en la canción "Promised Land". El Rey del Rock versionó de forma magistral este tema de Chuck Berry en 1973 para un álbum del mismo nombre. En mi opinión, supera a la original y es una de sus mejores interpretaciones de esa etapa. Elvis Presley nos cuenta la historia del difícil viaje un pobre muchacho desde Virginia hasta California (la "Tierra Prometida")

No podía acabar este artículo sin mencionar a Bob Dylan; junto a Elvis, dos de mis artistas favoritos desde pequeño. He escogido su mítica canción "Like A Rolling Stone". Publicada en 1965, fue toda una revolución en su época, Dylan fabricó una canción magnífica con sencillos acordes. Aunque a decir verdad, la letra es oscura: la historia de una mujer de clase alta y su caída a los infiernos "como un canto rodado". Imprescindibles los temas de Elvis Presley y Bob Dylan para nuestra particular playlist.

En definitiva, si hay que coger el coche y cruzar una solitaria autopista en mitad del desierto; o cualquier otro recorrido; no hay nada mejor que hacerlo escuchando una buena selección musical con lo mejor del Rock, Country y Blues. Así que ya sabéis, abrochaos los cinturones, apretad el acelerador, subid el volumen... ¡y a disfrutar!    

 

 

 

Lista de enlaces a las canciones:

Mannish Boy: https://www.youtube.com/watch?v=2QoBR-F3tp4

Sweet Home Chicago: https://www.youtube.com/watch?v=8NzbvdX0KOg

Hit The Road Jack: https://www.youtube.com/watch?v=Q8Tiz6INF7I

Bad To The Bone: https://www.youtube.com/watch?v=dt_8aDOJvtM

The Gambler: https://www.youtube.com/watch?v=7hx4gdlfamo

On The Road Again: https://www.youtube.com/watch?v=Gdlyi5mckg0

Workin' Man Blues: https://www.youtube.com/watch?v=fbEstJ98TcM

I Walk The Line: https://www.youtube.com/watch?v=jh169rVMveA

Sweet Home Alabama: https://www.youtube.com/watch?v=6GxWmSVv-cY

Tush: https://www.youtube.com/watch?v=s5WB5ouP-8c

Promised Land: https://www.youtube.com/watch?v=aXGXCXifcWg

Like A Rolling Stone: https://www.youtube.com/watch?v=IwOfCgkyEj0

 

Fuentes:

http://www.sabinabysaavedra.com/2018/01/like-rolling-stone.html

https://riverofcountry.wordpress.com/2014/05/26/i-walk-the-line-johnny-cash-1956/

https://en.wikipedia.org/wiki/Workin%27_Man_Blues

https://en.wikipedia.org/wiki/Twelve-bar_blues

















viernes, 9 de julio de 2021

EUROPA EN LLAMAS: EL ESTALLIDO DE LA I GUERRA MUNDIAL. EL ABISMO

19 de julio, residencia privada del Ministro de Exteriores austriaco, Leopold Von Berchtold. Reina la tensión en el ambiente. El gobierno está reunido de emergencia para decidir qué paso tomar tras las constantes negativas serbias a colaborar en la investigación del atentado de Sarajevo. Además, saben que Rusia apoya a los serbios en esta crisis, lo que enciende aún más los ánimos en el gabinete. ¿Hay que seguir adelante con la diplomacia y lanzar un ultimátum o empezar una guerra no declarada? Tras tres días de intensos debates, se decide enviar un ultimátum a Serbia. Este sería enviado la tarde del 23 de julio, concediendo 48h al gobierno de Pasic para responder. Sin embargo, lo que no quedaba tan claro era qué iba a ocurrir después de la respuesta serbia. El general Conrad Von Hotzendörf afirmó que en caso de que esta fuera negativa y desembocase en un conflicto armado, el Ejército Imperial estaba perfectamente preparado. No solo para atacar Serbia, sino para defender las fronteras de un ataque de Rumanía (nación que llevaba años deseando expandir su territorio, especialmente la región austrohúngara de Transilvania), y las fronteras orientales (la región de Galitzia, parte de las actuales Polonia y Ucrania) de un ataque ruso. Ya iniciada la guerra, pocas semanas más tarde, estos argumentos se vinieron abajo: Austria-Hungría sufrió graves derrotas a manos de los serbios y los rusos.

Volvamos al ultimátum. ¿Y si el gobierno serbio respondía favorablemente? Por increíble que parezca, apenas se tuvo en cuenta este escenario. El gobierno austriaco parecía más empeñado en humillar a Serbia que en buscar una salida al conflicto diplomático. Incluso el Conde húngaro István Tisza, anteriormente partidario del diálogo, empezaba a ver con buenos ojos una limitada intervención militar. De forma resumida, el ultimátum austriaco no era demasiado exigente. Entre lo más destacado, se reclama a Serbia lo siguiente:

1.  Eliminación de la propaganda anti-austriaca y los medios que la difunden.

2.  Detención y juicio de todas aquellas personas implicadas en el atentado, incluidos funcionarios, políticos y militares.

3. Aceptar la colaboración del Gobierno Imperial de Austria-Hungría para acabar con las organizaciones radicales nacionalistas.

4.  Permitir la entrada de delegados y policías austriacos en territorio serbio para investigar el atentado.

Por un lado, dicho documento fue recibido con cierto asombro entre los gobiernos europeos. Franceses y británicos; posteriormente hablaré de su papel en esta crisis; no podían creer lo que estaban viendo. Austria estaba humillando diplomáticamente a Serbia. Rusia redobló su apoyo a esta tras conocer el documento. La situación se complicaba cada vez más.

Belgrado. Mañana del 23 de julio. El embajador austriaco (Barón Wladimir Giesl) telefonea al Ministerio de Asuntos Exteriores serbio para informar de la entrega del ultimátum. Nikola Pasic se reúne con su gobierno de urgencia esa misma noche. Para el gabinete serbio, no hay lugar a dudas, es imposible aceptar todas las exigencias austriacas. "Una imposibilidad absoluta para cualquier Estado que tenga una mínima consideración por su dignidad". Sin embargo, Pasic también es consciente de lo arriesgado de entrar en guerra (pese al apoyo ruso), por ello, decide demorar la respuesta final e intentar responder a Austria con firmeza, pero dejando abierta la vía diplomática. El destino de su país dependía de la respuesta que dieran a Austria. Todo estaba al límite.

¿Y qué hay de Gran Bretaña? Durante el transcurso de las primeras semanas de julio, el Gobierno británico no había prestado demasiada atención a lo que sucedía en Los Balcanes. Bastantes problemas internos tenían en ese momento, principalmente, la aprobación de un nuevo Estatuto de Autonomía para Irlanda (con la siempre difícil cuestión del Ulster de por medio). Como ya hemos comentado antes, el ultimátum austriaco a Serbia fue recibido con sorpresa e indignación. El Primer Ministro, el Liberal Herbert Henry Asquith y su Ministro de Exteriores, Sir Edward Grey; empezaron a tratar la crisis diplomática en las reuniones del gabinete. La preocupación iba en aumento, pues los británicos no solo temían que Alemania desencadenara una guerra, sino también que la defensa rusa de Serbia arrastrara a Francia (ambos aliados suyos) y llevase la situación a un punto de no retorno.

Pero antes de continuar, señalemos la situación de Gran Bretaña en 1914. A inicios del siglo XX, Gran Bretaña podía ser considerada sin reparos la primera potencia mundial. Poseía el mayor Imperio Colonial del planeta: abarcaba La India, buena parte de África, los Dominios del Canadá, Australia y Nueva Zelanda, ciudades como Hong Kong y numerosas islas del Caribe. No solo eso, sino que además su poderosa y gigantesca Armada (Royal Navy) garantizaba su supremacía económica y militar desde un siglo antes. A pesar de todo esto, también había sufrido cierta inestabilidad, conflictos bélicos (Guerras de los Bóers) y algo realmente grave, aislamiento y falta de alianzas. En 1900, la diplomacia se puso manos a la obra. Se buscó inicialmente un acuerdo con Alemania. El propio Káiser Guillermo II tenía sangre británica y decidió apoyarlo. Sin embargo, las reservas de ambos países con respecto al poderío naval (Alemania estaba empezando a formar una moderna y fuerte Armada para rivalizar con la británica) y el temor alemán a ver su poder debilitado en Europa; recordemos que desde 1871, Alemania había crecido política y económicamente como ninguna otra nación europea, poniéndose a la cabeza; impidieron cualquier acuerdo[1].

Así pues, los británicos decidieron acercarse al que había sido su principal rival durante siglos: Francia. Esta alianza clave para Europa resultó difícil desde el principio, pues ambos países habían estado al borde de una guerra colonial (los franceses también tenían colonias en África y además habían conseguido una relativa estabilidad política y económica tras el desastre de 1871, lo cual tuvo bastante mérito) en 1898 y no confiaban para nada el uno en el otro. Gracias al rey Eduardo VII y su amor por todo lo francés; especialmente el vino, la comida y las mujeres; se logró establecer la llamada Entente Cordiale en 1904.

La alianza con Rusia tampoco estuvo exenta de dificultades. Ambas naciones eran imperios, y en concreto los rusos se estaban expandiendo cada vez más rápido[2], llegando a amenazar las fronteras coloniales británicas en La India y Persia. En Inglaterra, los rusos eran vistos como enemigos más que como amigos. ¿Qué ocurrió para pasar de la desconfianza a la amistad? La respuesta: Francia. La creación de la Entente Cordiale hizo que los galos convencieran a sus aliados ingleses de la necesidad de reforzar la alianza sumando a Rusia. Además, rusos y británicos había zanjado sus disputas fronterizas. 1907, había nacido la Triple Entente, que constituyó la base política de los Aliados durante la Primera Guerra Mundial.

24 de julio de 1914. El gobierno británico, ante la gravedad de la situación; que empeora a cada día que pasa; decide actuar. Propone una conferencia internacional para frenar la escalada de tensión y buscar una salida negociada. La idea es aceptada por Rusia, Francia e Italia (aliada de Austria-Hungría y Alemania desde 1882, se mantuvo prudentemente al margen de la Crisis de julio). Por desgracia, Alemania rechaza participar, no estaba dispuesta a ceder ni dar un paso atrás en su apoyo a Austria. El Káiser exigía a su aliado contundencia cuanto antes, y los británicos se preguntaban: ¿vamos a ir a la guerra por Serbia?. El tiempo de la diplomacia se agotaba irremediablemente.

Así pues, llegó el día 25. Fecha límite para responder al ultimátum austriaco. El gobierno serbio aceptó con reservas todos los puntos excepto los referidos a la eliminación de las organizaciones nacionalistas y la entrada de la policía austriaca en Serbia. Consideró ambas exigencias una violación inaceptable de su soberanía. Esta respuesta no satisfizo al gobierno austriaco, que empezó a tomar las primeras medidas prebélicas: ruptura de las relaciones diplomáticas y movilización parcial del ejército. Los británicos, por si las moscas, decidieron poner a su Armada en estado de prealerta, y por si fuera poco, Rusia advirtió a Austria de que movilizaría su enorme ejército para defender a Serbia. Nada de esto disuadió a Viena, al contrario, aceleró sus preparativos para entrar en guerra. El conflicto bélico estaba ya en marcha.

Todavía hubo un último y desesperado intento para evitar la guerra. El Zar Nicolás II le pidió personalmente al Káiser Guillermo II (que además era su primo) que detuviera la movilización militar austriaca. Fracasó.

Martes 28 de julio. Exactamente un mes después del atentado mortal de Sarajevo. En su escritorio del palacio de Bad Ischl, el Emperador Francisco José I; contra su voluntad, pues era contrario a empezar un conflicto bélico; firma la declaración de guerra de Austria-Hungría contra Serbia. Entre el 28 de julio y el 4 de agosto, Rusia movilizó a sus tropas y declaró la guerra a Austria. Al mismo tiempo, Alemania se la declaró a Rusia y a Francia (obligada a ir de la mano con los rusos para hacer frente a los germanos) e invadió Luxemburgo y Bélgica[3]. Finalmente y tras muchas dudas, el Gran Bretaña entró en guerra contra Alemania para defender a la neutral Bélgica del ataque germano. Europa, tras 100 años de paz, estabilidad, prosperidad y progreso, volvió a estar enfrentada.

Vista la sucesión de acontecimientos, ¿quién tuvo mayor responsabilidad en el inicio del conflicto? En mi opinión, todos tuvieron su parte de culpa. Me explico. Serbia, aunque intentó evitar la guerra a toda costa, cometió graves errores diplomáticos y políticos que la condujeron a una situación insalvable. El Imperio Austrohúngaro se dejó llevar por las presiones alemanas y los impulsos belicistas de sus dirigentes políticos y militares, dejando de lado la moderación y tomando el camino del enfrentamiento[4]. Rusia, aunque es verdad que no entró en guerra primero, llevó al límite su apoyo a los serbios, amenazando a Austria y forzando a sus aliados a tomar partido. Esto alejó claramente las opciones de una salida pacífica a la crisis. Alemania tuvo buena parte de responsabilidad. Sus constantes presiones políticas, sumadas a un incondicional apoyo a Austria condujeron a inicio de las hostilidades. Además, en ningún momento buscó rebajar la tensión y rechazó cualquier iniciativa de paz. Por último, Gran Bretaña fue la única potencia que intentó realmente evitar la guerra, si bien cierto que tardó en hacer frente a la crisis.

En apenas una semana, las distintas alianzas y planes militares se activaron rápidamente. Mientras al mismo tiempo, el nacionalismo serbio y las rivalidades territoriales y políticas en los Balcanes y Centroeuropa mostraron su peor cara para llevar a Europa (y al resto del planeta) a una guerra total, brutal e implacable. La Primera Guerra Mundial; primera gran tragedia del siglo XX; acababa de comenzar.         

 

 

Fuentes:

MacMillan, Margaret. 1914. De la paz a la guerra. Madrid, Turner, 2013.

Clark, Christopher. Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017.

Willmott, H.P. La Primera Guerra Mundial. Barcelona, Inédita Editores, 2004.

 

 

  



[1] Resulta interesante especular qué hubiera podido ocurrir en 1914 si Gran Bretaña y Alemania hubieran sido aliados, ¿se hubiera podido impedir la guerra? Nunca lo sabremos.

[2] El desarrollo económico y político no fueron a la misma velocidad.

[3] Alemania llevaba años preparando estas operaciones militares a conciencia.

[4] Cabe preguntarse si una reacción más firme y rápida en los días siguientes al atentado hubiera sido más eficaz.












miércoles, 9 de junio de 2021

 EUROPA EN LLAMAS: EL ESTALLIDO DE LA I GUERRA MUNDIAL. EL ATENTADO DE SARAJEVO Y SUS CONSECUENCIAS

11:00 de la mañana del domingo 28 de junio de 1914. Un elegante coche descapotable[1] recorre las calles de Sarajevo; capital de Bosnia, en ese momento provincia del Imperio Austrohúngaro. A bordo de él viajan el heredero del Imperio, el Archiduque Francisco Fernando (sobrino del Emperador Francisco José I) y su esposa, la Duquesa Sofía Chotek. Ambos se encuentran de visita oficial para inaugurar un museo. De pronto, un joven terrorista serbobosnio de 20 años llamado Gavrilo Princip irrumpe entre el público y dispara su pistola semiautomática FN 1910 contra el Archiduque y su esposa. Esta muere en el acto, el Archiduque se desangra y fallece pocos minutos después. Cunde el pánico y el desconcierto entre la multitud. Apenas una hora antes, varios cómplices de Princip habían arrojado una bomba contra el coche del Archiduque, aunque rebotó y estalló en otro vehículo de la comitiva, hiriendo a varios oficiales austriacos. Princip y los demás terroristas intentan suicidarse y escapar pero son atrapados por la policía rápidamente. Todo el mundo se pregunta quiénes han sido los responsables. Las investigaciones policiales señalan al grupo terrorista ultranacionalista "Mano Negra" como autores. Aciertan de lleno, esta organización; partidaria de liberar Bosnia del dominio austriaco y formar junto a Serbia una sola nación eslava, Yugoslavia; llevaba meses preparando el atentado.

El eco del trágico acontecimiento recorre todo el mundo en cuestión de horas. Aunque en principio no parece tener demasiadas consecuencias, todo lo sucedido a partir de aquel fatídico 28 de junio de 1914 cambiará para siempre la Historia. ¿Cómo pudo este hecho desencadenar un conflicto bélico de la magnitud de la Primera Guerra Mundial?, ¿se pudo haber evitado, o el juego de complicadas alianzas e intereses políticos y territoriales cruzados lo hizo inminente? En dos artículos, veremos los diferentes acontecimientos que llevaron al Viejo Continente a una de las peores catástrofes de su Historia reciente.

Viena. 2 de julio de 1914. Se celebran los funerales por Francisco Fernando y su esposa. El anciano Emperador Francisco José I es consciente de la difícil situación que atraviesa el Imperio. Una enorme nación multiétnica que abarcaba los territorios de las actuales Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y parte de Polonia, Rumanía, Ucrania, Italia y Montenegro. Tras unas décadas de relativa estabilidad interna y externa, el aumento del poderío de Serbia y sus pretensiones nacionalistas en Los Balcanes; agravadas por la anexión de Bosnia en 1908 por parte del propio Imperio Austrohúngaro; habían hecho aumentar las tensiones entre este y sus vecinos serbios. A pesar de todo, nada hacía suponer un atentado de la magnitud del ocurrido en Sarajevo. Como hemos señalado anteriormente, las sospechas recayeron rápidamente sobre Serbia. No obstante, las autoridades políticas y militares austriacas se encuentran profundamente divididas. El jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Conrad Von Hötzendorf y otros altos mandos son partidarios de una respuesta militar inmediata y sin contemplaciones: "Hay que aplastar a Serbia". Había que movilizar al ejército lo antes posible y atacar. Incluso algunos políticos de alto rango apoyan esta opción, a pesar de haber sido anteriormente partidarios del diálogo.

El ministerio de Asuntos Exteriores y su máximo responsable, Leopold Von Berchtold, no lo ven tan claro. Este, a diferencia de los militares, prefiere mantener la prudencia, abrir una investigación policial más profunda e intentar una salida negociada a la crisis con Serbia. Sabe que no es fácil, pues cada vez más voces en el ministerio exigen una respuesta bélica, pero cuenta con el apoyo de uno de los dirigentes políticos más influyentes del Imperio, el Conde húngaro István Tisza.

En medio de esta enorme crisis política y diplomática, el Emperador Francisco José se encuentra abrumado por la situación y toma una decisión clave: a pesar de su oposición a empezar una guerra, decide consultar a su aliado[2] y amigo personal, el Emperador alemán Guillermo II, para conocer la posición germana en esta delicada situación. Austria-Hungría necesita saber si puede contar con el apoyo alemán en caso de empezar un conflicto con Serbia. Los alemanes también están llenos de dudas. Aunque en ocasiones anteriores habían manifestado su deseo de acabar con los serbios para liquidar los problemas nacionalistas en Los Balcanes, tampoco querían arriesgarse a un conflicto mayor con Rusia (aliados de Serbia y cuyo papel en esta crisis abordaré más adelante).

¿Cómo reaccionó Serbia al atentado? Vayamos con el otro gran protagonista de esta crisis: el Reino de Serbia. Tras unos primeros años convulsos; con un sangriento Golpe de Estado en 1903 que eliminó al rey Alejandro I; esta joven nación había ido ganando peso político, territorios y protagonismo en Los Balcanes tras las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 (en las que se enfrentó al Imperio Otomano y a Bulgaria). En 1914, el país atravesaba una fuerte crisis económica como consecuencia de dichos conflictos. A esto se sumó el aumento del nacionalismo radical en forma de nuevas organizaciones terroristas que apostaban por la violencia para unir Serbia y Bosnia y formar una gran nación eslava. La anteriormente mencionada anexión de Bosnia contribuyó notablemente a ello. Si bien es cierto que Serbia había intentado mejorar sus relaciones políticas y económicas con su vecino austriaco.  

Volvamos a julio de 1914. El asesinato del heredero al trono austrohúngaro es celebrado en las calles de Belgrado e incluso la prensa local muestra su júbilo en distintos artículos. Esta situación inquieta al gobierno, encabezado por el Primer Ministro Nikola Pasic. Este busca ganar tiempo para encontrar una salida honorable y negociada a la grave crisis desatada con Austria, que comienza a apuntar hacia el gobierno serbio como cómplice del atentado. Para complicar aún más la situación, varios miembros del gabinete restan importancia al asesinato e incluso amenazan con represalias a los austriacos si envían policías para investigar. En aquellos primeros y difíciles días de julio, Pasic jugó a un peligroso doble juego. Por una parte, negó tener conocimiento alguno sobre los terroristas y sus planes (investigaciones históricas posteriores han concluido que el gobierno serbio tenía información fiable sobre las actividades terroristas de diversas organizaciones como "Mano Negra", "Joven Bosnia" o "Narodna Odbrana", y que incluso el jefe de la inteligencia militar serbia; Dragutin Dimitrijevic; ayudó a conseguir las armas usadas en el atentado, aunque a día de hoy, no sabemos con certeza hasta qué punto el gobierno serbio estaba implicado en el magnicidio) pero al mismo tiempo respondía con evasivas, rechazando las peticiones de colaboración del gobierno austriaco.

Esta torpe y vacilante política enfureció a Austria-Hungría, ya de por sí bastante molesta por la falta de colaboración serbia y no solo eso, sino que incluso países del entorno como Rumanía no entendían cómo Austria no había castigado ya a Serbia con acciones militares dada la gravedad de la crisis. La errática e incomprensible política exterior serbia iba a costar muy caro. Apenas habían pasado unos días desde el atentado y la posibilidad de una solución pacífica se alejaba cada vez más.  

Los acontecimientos se precipitaron a una velocidad de vértigo. El 6 de julio, el Káiser Guillermo II da un paso más hacia la guerra. Él y su gobierno garantizan al embajador austriaco en Berlín (el Conde Laszlo Szogyenyi) y al enviado especial del Ministerio de Asuntos Exteriores (el Conde Alexander Hoyos) que "Su Majestad apoyará fielmente a Austria-Hungría como exigen las obligaciones de su alianza y de su vieja amistad". La duda estaba despejada: Alemania apoyaría sin fisuras a Austria en las medidas que decidiese adoptar, fueran de la naturaleza que fueran. Esto significaba algo fundamental, Austria tenía vía libre para llevar a cabo una represalia militar (en forma de bombardeo de castigo o invasión terrestre). A pesar de todo, en el gobierno austriaco creían que aún había tiempo para una salida negociada.

Rusia, aliada de Serbia, entra en liza. Pese a que inicialmente había optado por mantenerse al margen del atentado contra el Archiduque, su política exterior era claramente proserbia. Los rusos consideraban que debían proteger a todos los pueblos eslavos y su enemistad con Alemania y Austria era evidente. Así pues, Serbia podía contar con Rusia como aliado firme en esta crisis. Antes de tomar decisión alguna, los políticos rusos se reunieron entre los días 15 y 23 de julio con sus homólogos franceses para realizar unas maniobras militares (programadas con anterioridad al atentado) y evaluar la situación. Recordemos que ambos países eran aliados desde 1894 y no veían con buenos ojos el apoyo alemán a Austria, ni por supuesto el notable crecimiento militar alemán. Ambos temían (y en parte con razón) que el atentado de Sarajevo desencadenara una guerra en Europa. Tanto el Presidente de la República Raymond Poincaré como el Ministro de Exteriores Sergei Sazonov salieron satisfechos de la visita, que reforzó la alianza franco-rusa. Los rusos se anotaron dos tantos muy importantes aquella semana: fortalecieron su alianza con Francia y a la vez mantuvieron su apoyo a Serbia sin implicarse demasiado (todavía) en el conflicto diplomático.

Inmediatamente se encendieron todas las alarmas en Viena y Berlín: ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar Rusia en su apoyo a Serbia?, ¿debía Austria agotar las vías diplomáticas con Belgrado o atacar cuanto antes para neutralizar una posible reacción rusa?, ¿iba Alemania a dar marcha atrás en su apoyo a Austria para evitar arriesgarse a una guerra con Rusia?. Al mismo tiempo, Serbia quedó a la espera del desarrollo de los acontecimientos, que por desgracia para este país, pintaban cada vez peor.

Apenas tres semanas después del atentado de Sarajevo, una cosa estaba clara: la ambigüedad, las dudas y la firmeza en las decisiones de los distintos países implicados en aquel momento en la crisis (Alemania, Austria-Hungría, Serbia y Rusia) estaban llevando la situación a un callejón sin salida. La guerra aún se podía evitar aquel 23 de julio, sin embargo, el panorama se complicó aún más aquella última semana, como veremos en el siguiente artículo.

Continuará.

Fuentes:

Rady, Martyn. Los Habsburgo. Barcelona, Taurus, 2020.

Clark, Christopher. Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017.

Willmott, H.P. La Primera Guerra Mundial. Barcelona, Inédita Editores, 2004.

 









[1] Un Gräf & Stift Double Phaeton. Se conserva en el Museo Militar de Viena junto al arma del magnicidio.

[2] Ambos países eran aliados firmes desde 1873.

martes, 9 de marzo de 2021

LA CONQUISTA DEL REINO DE NAVARRA

Dentro de la Historia de Navarra, uno de los acontecimientos más estudiados (y también por desgracia, más manipulados) es el tema de la conquista del Reino de Navarra por Castilla en 1512. Ha sido objeto de múltiples debates por parte de los historiadores durante bastante tiempo e incluso levanta polémica a día de hoy: ¿fue simplemente la conquista de un reino por otro en medio de un contexto bélico a nivel internacional?, ¿una anexión con duras consecuencias para Navarra? En este nuevo artículo, trataré de explicar cómo y por qué se produjo este hecho decisivo en la Historia navarra. Para ello, empezaré con sus antecedentes, desarrollaré la conquista y finalizaré con una conclusión.

Como en cualquier hecho histórico, para explicarlo, es necesario conocer sus antecedentes primero. Situémonos a finales del siglo XV, en 1479. Un niño llamado Francisco Febo se convierte en rey de Navarra. Hijo de Gastón (Conde de Foix), y Magdalena de Francia (hermana del rey Luis XI de Francia), su llegada al trono se produce en un momento muy delicado para el reino navarro: está agotado y dividido tras una Guerra Civil entre Carlos (Príncipe de Viana, apoyado por la facción nobiliaria de los Beaumonteses), y su padre el rey Juan II de Aragón (apoyado por los nobles Agramonteses). Además, se había convertido en una pieza más en el tablero de juego peninsular que protagonizaban los reinos de Castilla y Aragón; que ese mismo año formaron una unión dinástica tras el matrimonio entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón.

Con la llegada del joven Francisco al trono, entraba en Navarra una nueva dinastía de origen francés: la Casa de Foix. Esta tenía un amplio poder y dominios territoriales al S de Francia (el Condado de Foix, el Vizcondado de Bearne, Bigorra, Marsan y Gavardan). Esto supuso que el Reino de Francia ejerciera una creciente influencia sobre Navarra. Mientras tanto, el rey de Aragón Fernando el Católico, quedó prudentemente a la espera del desarrollo de los acontecimientos. Sus intereses territoriales y políticos en Italia chocaban directamente con los franceses y ahora también con sus intereses en el Reino de Navarra, ya que la poderosa facción Beaumontesa (que anteriormente había luchado contra su padre), ahora le apoyaba.

Magdalena de Francia, en aquel momento regente del reino ante la minoría de edad de su hijo, consciente de la difícil situación, decidió pactar una tregua en Zaragoza en 1479. Consiguió que Fernando el Católico apaciguara a sus partidarios, obligándoles a jurar lealtad al nuevo rey navarro. A cambio, Magdalena de Francia intercedería para que su hermano Luis XI les devolviera antiguos territorios que había confiscado. A simple vista, parecía que Navarra ganaba estabilidad y tranquilidad. Sin embargo, el rey Francisco Febo murió en Pau en 1483, poco después de su coronación. De nuevo, volvía la inestabilidad al reino. Aunque el testamento otorgó la sucesión a la hermana de Francisco, Catalina; que se convirtió en reina con apenas trece años; había que casarla con un príncipe de otro reino para asegurar cierta estabilidad. Las Cortes navarras y Castilla intentaron sin éxito un enlace entre Catalina y Juan, heredero castellano. Finalmente, fue el rey de Francia el que se llevó el gato al agua al lograr un matrimonio entre la princesa y el noble francés Juan de Albret[1].

Esto empeoró las relaciones con Castilla, ya que colocaba al Reino de Navarra directamente bajo la órbita francesa. Incluso la nobleza Agramontesa (partidaria de los monarcas navarros) quedó descontenta, ya que preferían evitar una mayor influencia francesa en el gobierno. Así pues, los nuevos monarcas, Catalina y Juan, comenzaban su reinado (1483-1512), de forma complicada, rodeados de enemigos y con pocos apoyos. Durante varios años, trataron de mantener su soberanía y autoridad, aunque cada vez era más difícil. Por un lado, debían apoyarse en Castilla y Aragón para controlar a Luis de Beaumont (líder de los Beaumonteses de gran poder e influencia en el reino) y evitar una nueva guerra civil, y al mismo tiempo, defender sus intereses territoriales en el S de Francia de las ambiciones cada vez mayores del rey Luis XII[2]; al que debían vasallaje. ¿Cuánto podía aguantar el reino en una situación tan precaria?.

Este frágil equilibrio empezó a resquebrajarse en 1504. Fernando el Católico se casó con Germana de Foix (cuya familia también reivindicaba el trono navarro) para debilitar al reino. Por si fuera poco, en 1507, Catalina y Juan tuvieron que sofocar una revuelta Beaumontesa. Sus bienes fueron confiscados y sus plazas ocupadas (Viana, Andosilla, Lerín y Mendavia, entre otras). A partir de 1510, la coyuntura internacional empezó a afectar también al reino. El conflicto entre Francia y la Monarquía Hispánica por distintas posesiones italianas se complicó cada vez más. Los reyes de Navarra, que además habían recibido otro golpe; la confiscación de todos sus bienes por el rey Luis XII y el Parlamento de Toulouse[3]; optaron por mantenerse al margen de la situación.

Los acontecimientos se precipitaban rápidamente, atrapando a Navarra en un callejón sin salida. El Papa, Inglaterra, Castilla y Aragón se unieron contra Francia en una alianza bajo el nombre de Santa Liga. Catalina y Juan debían elegir: apoyar a Luis XII de Francia para conservar el reino y los pocos territorios y derechos que les quedaban, o unirse a la Santa Liga. De nuevo, no se comprometieron con ninguno de los bandos. Esta decisión traería dramáticas consecuencias para Navarra.

Abril de 1512: se produce un nuevo giro de la situación. Muere Gastón de Foix, aliado y cuñado de Fernando el Católico. Para evitar que el reino de Navarra caiga en manos de Germana de Foix; puesto que también reclamaba sus derechos sucesorios; Francia decide intentar un acercamiento a los monarcas navarros, y decide restablecer los contactos diplomáticos para atraer a Navarra a su lucha contra la Santa Liga. La respuesta de Fernando el Católico no se hizo esperar: solicitó al Papa Julio II que amenazara con excomulgar a Catalina y Juan si se aliaban con Luis XII. La presión diplomática cada vez era más intensa y en junio llegó al límite. Si los reyes de Navarra no dejaban pasar a tropas españolas e inglesas camino de Francia, el reino sería invadido. En el último momento, el comandante militar Pedro de Navarra intentó evitar la guerra negociando con el monarca aragonés, ofreció el apoyo del reino a la Santa Liga a cambio de no permitir el paso de ningún ejército francés hacia territorio español. Fracasó, no hubo acuerdo. La neutralidad de Navarra era ya imposible de sostener, el inicio de las hostilidades era solo cuestión de tiempo.

¿Cómo reaccionaron Catalina de Foix y Juan de Albret? En forma de tratado. El 18 de julio de 1512, el Reino de Navarra y el Reino de Francia firmaron el Tratado de Blois. Ambos se aliaron política y militarmente. Luis XII devolvería todos los bienes incautados a los reyes navarros a cambio de su apoyo contra la Santa Liga. Aunque este acuerdo parecía reforzar la neutralidad del reino al denegar el paso de ningún ejército, en la práctica, colocaba a Navarra frente a Castilla e Inglaterra. Dicho de otro modo, directamente contra Fernando el Católico.

Este no perdió el tiempo. Apenas un día después, el 19 de julio, un ejército compuesto por 12000 soldados, 2500 jinetes y 20 cañones al mando de Fadrique Álvarez de Toledo (Duque de Alba), invadió Navarra entrando por Lecumberri y Etxarri Aranaz. Además, estaban apoyados por 700 hombres capitaneados por Luis de Beaumont (Conde de Lerín) y el Duque de Nájera. Una parte de la nobleza Agramontesa apoyó al ejército castellano. Pedro de Navarra y los reyes Juan y Catalina se retiraron rápidamente hacia Orthez para organizar un contraataque desde allí, ya que prácticamente no hubo tiempo para defender el reino. Cabe destacar la resistencia de la zona del Valle del Roncal y algunas ciudades como Tafalla, Estella o Tudela, que resistieron todavía un mes y medio más a un ejército más fuerte y numeroso. Aunque el avance castellano fue momentáneamente frenado en el valle de la Barranca, llegaron hasta la capital, Pamplona, que se rindió sin luchar el día 25 de julio. A finales de agosto, a Fernando el Católico solo le quedaban por conquistar la zona de Ultrapuertos[4] (que también formaba parte del reino) y vencer la resistencia que aún quedaba en el Roncal. El día 10 de septiembre la conquista ya había finalizado. En menos de dos meses, el viejo reino había sido conquistado por Castilla.

En el frente diplomático, no menos importante, Fernando el Católico solicitó al Papa una Bula (documento oficial) para justificar la conquista e intitularse rey de Navarra. En dicho escrito, Catalina y Juan fueron acusados de cismáticos, es decir, enemigos de la Iglesia. Esto supuso el golpe definitivo a los últimos reyes de Navarra, que perdían todo derecho y soberanía sobre el reino, que pasó a manos de Fernando tras proclamarlo rey las Cortes de Navarra en marzo de 1513; a cambio de jurar sus Fueros.  

En los años posteriores, los Albret intentaron recuperar el Reino de Navarra: en noviembre de 1512, en 1516 y en 1521. Fueron rechazados una vez tras otra por los castellanos, con apoyo de guipuzcoanos, aragoneses y alaveses. Uno de los últimos focos de resistencia fue el del Castillo de Amaiur, donde un grupo de caballeros navarros Agramonteses, al mando de Jaime Vélaz de Medrano, lucharon durante varios meses, hasta su capitulación, en julio de 1522. La nobleza Agramontesa juró fidelidad al rey Carlos V a cambio de su perdón y el Cardenal Cisneros ordenó destruir la mayoría de las fortalezas de Navarra para evitar levantamientos. Aunque hubo notables excepciones como el Castillo de Javier o el Castillo de Marcilla.   

La conquista y la definitiva incorporación a Castilla en 1515 supusieron el fin del Reino de Navarra como entidad política y territorial independiente tras casi ocho siglos de existencia. Sin embargo, mantuvo su singular condición de reino propio con sus instituciones de gobierno (las Cortes, el Consejo real y la Cámara de Comptos) y sus Fueros. A la luz de estos hechos, surgen nuevos interrogantes: ¿hubiera podido mantenerse Navarra como reino independiente? No lo sabemos con certeza, pero es difícil de sostener, ya que en 1512 el reino se hallaba en una situación de extrema debilidad, atrapado en un conflicto entre gigantes (Castilla-Aragón y Francia), y dividido en facciones nobiliarias. El viejo reino intentó mantenerse en pie con un difícil equilibrio diplomático; a pesar de la inestabilidad de sus últimos monarcas; aunque finalmente el contexto político internacional y el choque de intereses acabaron por asfixiar a Navarra, que fue conquistada y anexionada, pero conservando sus leyes e instituciones. ¿Y si el Reino de Francia hubiera recuperado Navarra? Tampoco podemos asegurar que Navarra hubiera sido un reino independiente, pues Francia y sus monarcas cada vez eran más poderosos, ampliaron sus territorios y habían sometido a buena parte de la nobleza gala, por lo que es muy complicado afirmar que los Foix-Albret hubieran podido conservar su soberanía como reyes navarros. En conclusión, hay algo de lo que no hay duda: la Conquista de Navarra cambió para siempre la Historia de esta tierra.  

Fuentes:

Floristán Imízcoz, Alfredo. Historia de Navarra III. Pervivencia y Renacimiento (1521-1808). Pamplona, Colección Temas de Navarra, 1994

Ramírez Vaquero, Eloísa. Historia de Navarra II. La Baja Edad Media. Pamplona, Colección Temas de Navarra, 1994

Menezo, Juan José. Reinos y Jefes de Estado desde 712. Madrid, Historia Hispania, 2005

VVAA. Semana de estudios medievales de Estella. En los umbrales de España. La Incorporación del Reino de Navarra a la Monarquía Hispánica. Pamplona, Gobierno de Navarra, 2011.

VVAA. Atlas Histórico visual de Navarra. Pamplona, Gobierno de Navarra, 2005.   

 







 

 

                    



[1] Perteneciente a una importante familia, sus dominios se extendían por Albret, Limoges, Perigord y Turena.

[2] Sucesor en el trono de Francia tras la muerte de su primo Carlos VIII, hijo de Luis XI.

[3] Equivalente actual a un tribunal de Justicia.

[4] Este territorio fue abandonado en 1530 por la dificultad para su defensa, e incorporado de nuevo a Francia en 1610.