miércoles, 9 de junio de 2021

 EUROPA EN LLAMAS: EL ESTALLIDO DE LA I GUERRA MUNDIAL. EL ATENTADO DE SARAJEVO Y SUS CONSECUENCIAS

11:00 de la mañana del domingo 28 de junio de 1914. Un elegante coche descapotable[1] recorre las calles de Sarajevo; capital de Bosnia, en ese momento provincia del Imperio Austrohúngaro. A bordo de él viajan el heredero del Imperio, el Archiduque Francisco Fernando (sobrino del Emperador Francisco José I) y su esposa, la Duquesa Sofía Chotek. Ambos se encuentran de visita oficial para inaugurar un museo. De pronto, un joven terrorista serbobosnio de 20 años llamado Gavrilo Princip irrumpe entre el público y dispara su pistola semiautomática FN 1910 contra el Archiduque y su esposa. Esta muere en el acto, el Archiduque se desangra y fallece pocos minutos después. Cunde el pánico y el desconcierto entre la multitud. Apenas una hora antes, varios cómplices de Princip habían arrojado una bomba contra el coche del Archiduque, aunque rebotó y estalló en otro vehículo de la comitiva, hiriendo a varios oficiales austriacos. Princip y los demás terroristas intentan suicidarse y escapar pero son atrapados por la policía rápidamente. Todo el mundo se pregunta quiénes han sido los responsables. Las investigaciones policiales señalan al grupo terrorista ultranacionalista "Mano Negra" como autores. Aciertan de lleno, esta organización; partidaria de liberar Bosnia del dominio austriaco y formar junto a Serbia una sola nación eslava, Yugoslavia; llevaba meses preparando el atentado.

El eco del trágico acontecimiento recorre todo el mundo en cuestión de horas. Aunque en principio no parece tener demasiadas consecuencias, todo lo sucedido a partir de aquel fatídico 28 de junio de 1914 cambiará para siempre la Historia. ¿Cómo pudo este hecho desencadenar un conflicto bélico de la magnitud de la Primera Guerra Mundial?, ¿se pudo haber evitado, o el juego de complicadas alianzas e intereses políticos y territoriales cruzados lo hizo inminente? En dos artículos, veremos los diferentes acontecimientos que llevaron al Viejo Continente a una de las peores catástrofes de su Historia reciente.

Viena. 2 de julio de 1914. Se celebran los funerales por Francisco Fernando y su esposa. El anciano Emperador Francisco José I es consciente de la difícil situación que atraviesa el Imperio. Una enorme nación multiétnica que abarcaba los territorios de las actuales Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Croacia y parte de Polonia, Rumanía, Ucrania, Italia y Montenegro. Tras unas décadas de relativa estabilidad interna y externa, el aumento del poderío de Serbia y sus pretensiones nacionalistas en Los Balcanes; agravadas por la anexión de Bosnia en 1908 por parte del propio Imperio Austrohúngaro; habían hecho aumentar las tensiones entre este y sus vecinos serbios. A pesar de todo, nada hacía suponer un atentado de la magnitud del ocurrido en Sarajevo. Como hemos señalado anteriormente, las sospechas recayeron rápidamente sobre Serbia. No obstante, las autoridades políticas y militares austriacas se encuentran profundamente divididas. El jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Conrad Von Hötzendorf y otros altos mandos son partidarios de una respuesta militar inmediata y sin contemplaciones: "Hay que aplastar a Serbia". Había que movilizar al ejército lo antes posible y atacar. Incluso algunos políticos de alto rango apoyan esta opción, a pesar de haber sido anteriormente partidarios del diálogo.

El ministerio de Asuntos Exteriores y su máximo responsable, Leopold Von Berchtold, no lo ven tan claro. Este, a diferencia de los militares, prefiere mantener la prudencia, abrir una investigación policial más profunda e intentar una salida negociada a la crisis con Serbia. Sabe que no es fácil, pues cada vez más voces en el ministerio exigen una respuesta bélica, pero cuenta con el apoyo de uno de los dirigentes políticos más influyentes del Imperio, el Conde húngaro István Tisza.

En medio de esta enorme crisis política y diplomática, el Emperador Francisco José se encuentra abrumado por la situación y toma una decisión clave: a pesar de su oposición a empezar una guerra, decide consultar a su aliado[2] y amigo personal, el Emperador alemán Guillermo II, para conocer la posición germana en esta delicada situación. Austria-Hungría necesita saber si puede contar con el apoyo alemán en caso de empezar un conflicto con Serbia. Los alemanes también están llenos de dudas. Aunque en ocasiones anteriores habían manifestado su deseo de acabar con los serbios para liquidar los problemas nacionalistas en Los Balcanes, tampoco querían arriesgarse a un conflicto mayor con Rusia (aliados de Serbia y cuyo papel en esta crisis abordaré más adelante).

¿Cómo reaccionó Serbia al atentado? Vayamos con el otro gran protagonista de esta crisis: el Reino de Serbia. Tras unos primeros años convulsos; con un sangriento Golpe de Estado en 1903 que eliminó al rey Alejandro I; esta joven nación había ido ganando peso político, territorios y protagonismo en Los Balcanes tras las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 (en las que se enfrentó al Imperio Otomano y a Bulgaria). En 1914, el país atravesaba una fuerte crisis económica como consecuencia de dichos conflictos. A esto se sumó el aumento del nacionalismo radical en forma de nuevas organizaciones terroristas que apostaban por la violencia para unir Serbia y Bosnia y formar una gran nación eslava. La anteriormente mencionada anexión de Bosnia contribuyó notablemente a ello. Si bien es cierto que Serbia había intentado mejorar sus relaciones políticas y económicas con su vecino austriaco.  

Volvamos a julio de 1914. El asesinato del heredero al trono austrohúngaro es celebrado en las calles de Belgrado e incluso la prensa local muestra su júbilo en distintos artículos. Esta situación inquieta al gobierno, encabezado por el Primer Ministro Nikola Pasic. Este busca ganar tiempo para encontrar una salida honorable y negociada a la grave crisis desatada con Austria, que comienza a apuntar hacia el gobierno serbio como cómplice del atentado. Para complicar aún más la situación, varios miembros del gabinete restan importancia al asesinato e incluso amenazan con represalias a los austriacos si envían policías para investigar. En aquellos primeros y difíciles días de julio, Pasic jugó a un peligroso doble juego. Por una parte, negó tener conocimiento alguno sobre los terroristas y sus planes (investigaciones históricas posteriores han concluido que el gobierno serbio tenía información fiable sobre las actividades terroristas de diversas organizaciones como "Mano Negra", "Joven Bosnia" o "Narodna Odbrana", y que incluso el jefe de la inteligencia militar serbia; Dragutin Dimitrijevic; ayudó a conseguir las armas usadas en el atentado, aunque a día de hoy, no sabemos con certeza hasta qué punto el gobierno serbio estaba implicado en el magnicidio) pero al mismo tiempo respondía con evasivas, rechazando las peticiones de colaboración del gobierno austriaco.

Esta torpe y vacilante política enfureció a Austria-Hungría, ya de por sí bastante molesta por la falta de colaboración serbia y no solo eso, sino que incluso países del entorno como Rumanía no entendían cómo Austria no había castigado ya a Serbia con acciones militares dada la gravedad de la crisis. La errática e incomprensible política exterior serbia iba a costar muy caro. Apenas habían pasado unos días desde el atentado y la posibilidad de una solución pacífica se alejaba cada vez más.  

Los acontecimientos se precipitaron a una velocidad de vértigo. El 6 de julio, el Káiser Guillermo II da un paso más hacia la guerra. Él y su gobierno garantizan al embajador austriaco en Berlín (el Conde Laszlo Szogyenyi) y al enviado especial del Ministerio de Asuntos Exteriores (el Conde Alexander Hoyos) que "Su Majestad apoyará fielmente a Austria-Hungría como exigen las obligaciones de su alianza y de su vieja amistad". La duda estaba despejada: Alemania apoyaría sin fisuras a Austria en las medidas que decidiese adoptar, fueran de la naturaleza que fueran. Esto significaba algo fundamental, Austria tenía vía libre para llevar a cabo una represalia militar (en forma de bombardeo de castigo o invasión terrestre). A pesar de todo, en el gobierno austriaco creían que aún había tiempo para una salida negociada.

Rusia, aliada de Serbia, entra en liza. Pese a que inicialmente había optado por mantenerse al margen del atentado contra el Archiduque, su política exterior era claramente proserbia. Los rusos consideraban que debían proteger a todos los pueblos eslavos y su enemistad con Alemania y Austria era evidente. Así pues, Serbia podía contar con Rusia como aliado firme en esta crisis. Antes de tomar decisión alguna, los políticos rusos se reunieron entre los días 15 y 23 de julio con sus homólogos franceses para realizar unas maniobras militares (programadas con anterioridad al atentado) y evaluar la situación. Recordemos que ambos países eran aliados desde 1894 y no veían con buenos ojos el apoyo alemán a Austria, ni por supuesto el notable crecimiento militar alemán. Ambos temían (y en parte con razón) que el atentado de Sarajevo desencadenara una guerra en Europa. Tanto el Presidente de la República Raymond Poincaré como el Ministro de Exteriores Sergei Sazonov salieron satisfechos de la visita, que reforzó la alianza franco-rusa. Los rusos se anotaron dos tantos muy importantes aquella semana: fortalecieron su alianza con Francia y a la vez mantuvieron su apoyo a Serbia sin implicarse demasiado (todavía) en el conflicto diplomático.

Inmediatamente se encendieron todas las alarmas en Viena y Berlín: ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar Rusia en su apoyo a Serbia?, ¿debía Austria agotar las vías diplomáticas con Belgrado o atacar cuanto antes para neutralizar una posible reacción rusa?, ¿iba Alemania a dar marcha atrás en su apoyo a Austria para evitar arriesgarse a una guerra con Rusia?. Al mismo tiempo, Serbia quedó a la espera del desarrollo de los acontecimientos, que por desgracia para este país, pintaban cada vez peor.

Apenas tres semanas después del atentado de Sarajevo, una cosa estaba clara: la ambigüedad, las dudas y la firmeza en las decisiones de los distintos países implicados en aquel momento en la crisis (Alemania, Austria-Hungría, Serbia y Rusia) estaban llevando la situación a un callejón sin salida. La guerra aún se podía evitar aquel 23 de julio, sin embargo, el panorama se complicó aún más aquella última semana, como veremos en el siguiente artículo.

Continuará.

Fuentes:

Rady, Martyn. Los Habsburgo. Barcelona, Taurus, 2020.

Clark, Christopher. Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017.

Willmott, H.P. La Primera Guerra Mundial. Barcelona, Inédita Editores, 2004.

 









[1] Un Gräf & Stift Double Phaeton. Se conserva en el Museo Militar de Viena junto al arma del magnicidio.

[2] Ambos países eran aliados firmes desde 1873.